¿Y si la historia comenzara a contarse desde el principio? Antes de que el laberinto se hubiera realizado. Cuando los protagonistas de esta historia no eran más que unos críos. Unos niños especiales. Unos niños que habían sobrevivido al Destello por...
Diez. Diez meses habían pasado desde el ataque de CRUEL, desde la traición de Teresa, desde que se llevaron a Minho, a Sonya y a Aris. Y fueron los diez meses más duros para todos.
El tic tac del reloj de Brenda inundaba los oídos de los presentes en el vehículo, poniéndolos más nerviosos. El viento que se levantaba en medio del desierto movió su corto cabello castaño, crecido por los meses. Los tres presentes en la furgoneta miraron a todos los lados.
Pero al final la única chica soltó un bufido, impaciente.
—Van tarde —dijo ella, mirando a Jorge, quien iba de piloto en la furgoneta.
Jorge la miró y después al que iba detrás, volviendo a fijar la mirada en frente. —Démosle algo de tiempo. —contestó, y Brenda asintió, mirando al frente de igual manera.
—¿Cuánto más? —preguntó el más pequeño de la furgoneta, acercándose a los asientos de Brenda y Jorge—. Mamá ya debería estar aquí.
—James, escóndete, tu madre me va a matar como te disparen. —le dijo Jorge, tirándolo hacia atrás, apoyándolo en el asiento trasero.
Se mantuvieron en silencio hasta que escucharon el famoso sonido del tren llegando a ellos. Jorge y Brenda se miraron, una pequeña sonrisa adornando sus labios antes de volver a acomodarse y poner en marcha el vehículo.
Entonces otro coche fue con rapidez a ponerse al lado de las vías, el tren pasando a su izquierda. Vince, quien iba de piloto, redujo la velocidad hasta que el tren estuvo unos metros por delante del coche.
Vince giró de golpe el volante hacia la izquierda con fuerza, pisando ahora las vías, manteniendo el control en el volante.
—¡Brenda, vamos para allá! —avisó Thomas por el walkie.
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—¡Llegáis tarde! —se escuchó la voz de Brenda a través del walkie que Thomas llevaba en la mano.
El castaño rodó los ojos y miró a su hermana, quien se mantenía a un lado del chico, mirándolo.
Brenda sonrió cuando Thomas le contestó que no podían ir más rápido y que el tren acababa de llegar. Pero su sonrisa se borró cuando vio unos Icebergs volando algo alejados pero frente a ellos.