Chama

6 1 9
                                    

          Chama no había podido dormir en toda la noche, la realidad era que él no había dormido nada desde aquél día que se separó de los seres a los que amaba, solo imploraba que todo terminara pronto, pero dentro de sí sabía muy bien que todo a penas estaba empezando.

          Aunque su cuerpo se adaptaba al clima y ambiente que lo rodeaba tenía que admitir que el vuelo se le había hecho muy difícil los últimos días, ya que la gran cantidad de desierto que había por todo el continente hacía que la luz del sol se reflejara en la arena. Lo que les daba a los veinte Ani que lo seguían, un calor y sed incesantes, habían preferido viajar de noche y descansar de día, aunque esto parecía imposible a pesar de que hacía elaboradas carpas que los tapaban del sol lo que más podían.

          El agua se les estaba agotando y los animales que estaban con ellos ya no tenían la misma fuerza que antes para volar. Así que optaron por descansar al menos un día en aquél caliente desierto.

          A pesar del calor Chama podía admitir que se sentía una paz y tranquilidad que la guerra le había hecho olvidar.

          El viento soplaba y su sonido era lo único en ese momento capaz de tranquilizarlo hasta hacerlo dormir.

          Había estado luchando por unos meses, pero para él, todo lo que había pasado era como una eternidad incluso más grande que todo el resto de su vida. Pero en ese momento la guerra parecía no existir.

          Chama cerró los ojos y sin evitarlo pensó en Persa, los volvió abrir pero el viento hizo que se le volvieran a cerrar, esta vez vio a su hijo, también al pequeño Oice congelado, al mono azul y a su nubel Duo, allí era donde quería estar, pero nada más en pensar en ellos sentía una punzada en el corazón.

          A pesar de que su esposa lo había dejado, el tenía muy claro su objetivo o al menos eso se decía el mismo para convencerse, él debía ayudar a su padre a cumplir con los designios de la diosa.

          Lo habían enviado a una misión hacia la isla de las rebeldes, donde serían el apoyo aéreo de la madre Misa.

          Se mantuvo quieto por un rato y se dio cuenta que el viento empezó a correr más fuerte y también había como una humedad en el aire, su cuerpo de color cambiante se tornó un poco rosado. Chama reconocía esa sensación, pues la había sentido cada vez que estaba cerca de animales con grandes cantidades de magia.

          Salió de sus pensamientos y se levantó enseguida, saliendo de la carpa donde estaba, cuando sus pies tocaron la arena se extrañó, porque esta ya no estaba tan caliente como la recordaba.

          —¡Electra, Morro! —gritó Chama —. Tenemos que irnos de aquí enseguida.

          Los dos líderes que lo habían acompañado liderando la tropa aérea no tardaron en salir de sus carpas, el color de su piel se tornó oscura pero al mismo tiempo rosada.

          —Magia —dijo Electra que también se había dado cuenta.

          —Magia Natural —continuó Morro.

          Los veinte Ani que estaban allí empezaron a alistar a los animales voladores, en su mayoría eran águilas a excepción del Alicanto de Morro y el murciélago gritón de Electra, El corcel el único grifo del lugar dirigía a las águilas gigantes con sus jinetes. Estaban haciéndolo rápido pero no fue suficiente cuando se escuchó una voz femenina.

          —¡A dónde van tan de prisa! —Habían llegado como el viento, silenciosas… eran unas treinta de ellas, pero Chama estaba seguro que sobre el terreno donde estaban y con lo cansado solo hacían falta unas tres diestras de ellas con la magia Natural para acabar con ellos.

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora