Sol

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          El mar estaba tornándose un poco agitado, Macías estaba controlando el timón del barco.

          Los demás estaban en un círculo de diez personas incluyendo al capitán, los cinco hombres que habían resucitado, Otlaxe y Sol. Estaban bebiendo y teniendo todo tipo de conversaciones,  cuando Otlaxe hizo una pregunta que congeló a todos

          —¿Entonces ustedes no pueden morir? Ese es un gran secreto capitán. Debió haberlo dicho antes.

          —Claro que podemos morir, sufrimos de dolores también —respondió el capitán.

          —Pero el día que nos envenenaron ustedes despertaron como si nada —balbuceó Sol que también estaba un poco ebria.

          —Nosotros morimos, luego revivimos —dijo Allan uno de los que había sido envenenado.

          —Solo nosotros podemos revivir, los demás son simples jinetes de agua.

          —¿Pero por qué pueden revivir? —preguntó Sol.

          —Hace muchos años en la isla de Senod, nos encontramos con una capilla que adoraba a un dios. Pero no era cualquier dios probablemente era el más peligroso de todos, probablemente más peligroso que el suyo. Se llamaba Mors el dios de la guerra, la muerte y la sangre. En Senod este dios era adorado casi igual de como era adorado Alhel. Pues la vida de casi todos los exclavos eran las guerras.

         »Al entrar a esa capilla nos encontramos con más de treinta personas muertas. Pero no parecía que alguien las fuese asesinado. Más bien ellos mismo se habían sacrificados. En el centro de la capilla había un agujero, tenía mucha sangre era la sangre de las personas que se habían sacrificados, recuerdo que mis compañeros y yo queríamos salir de ese lugar corriendo.

          —¿Por qué no lo hicieron?—preguntó Sol.

         —Porque esa sangre viscosa nos reconoció, no éramos unos santos señorita, cargabamos con varios muertos en la conciencia. Así que en nuestra presencia esa sangre intentó tomar forma. Más no pudo, aún así, nos paralizó y supimos quién era y lo que quería.

          —¿Y eso qué era? —Otlaxe tenía la certeza de que los dioses eran reales.

         —Él quería sirvientes, y con gusto nosotros aceptamos, no siempre te ofrecen la inmortalidad. Justo después de escuchar sus pensamientos en nuestras cabezas un hombre encapuchado apareció. Y en ese momento todos salimos de aquella capilla. Para nunca más volver. Desde entonces estamos esperando su llamado y desde entonces morimos y vivimos.

          —Con todo el dolor que implica —dijo uno de los hombres.

          —Señor creo que he visto trozos blancos de lo que parece ser hielo —dijo Macías acercándose al círculo. Justo al decir esto el barco empezó a tambalearse.

          —¡Tomo el timón! —gritó y todos se levantaron a tomar sus posiciones.

          El Capitán Mono albino movía con fuerza y destreza el timón, lo giraba de un lado a otro. Intentaba sostenerse de él para mantener el equilibrio.

          —¡Alisten vela mayor! —gritó el capitán —, deslicen juanete de proa, el mar arremete fuerte pero nosotros arremeteremos más fuerte.

          —Vamos a morir... al menos nosotros porque estos hombres parecen que no pueden morir —dijo Otlaxe que no lucía cómodo.

          El ambiente estaba muy frío, todos estaban atentos a las ordenes del capitán, desde que hubo el envenenamiento habían pasado diez días.   

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora