Misa

22 8 4
                                    

          —Misa, uno de ellos no pudo escapar —dijo Ramán sosteniendo a un fornido hombre que intentaba por todos los medios liberarse de las manos de el hombre tigre.

          —¡Solo mátame estúpido tigre!

          —No te voy a dar ese placer. Pálido —rugió Ramán.

          —¡Me llamo Willy Cromo y soy un Latem no un pálido estúpida bestia!

          —A ver... Willy Cromo, cuéntanos ¿qué piensan hacer los Latem con el hardoro que se robaron? —preguntó Misa con voz seductora y firme.

          —Sí tuviera la más mínima idea no se lo diría. ¡Bruja! —gritó el hombre.

          —Simples peones, matan y luchan sin saber la causa.

          —Al menos una bruja no nos convierte en bestias —dijo Willy Cromo y Ramán lo apretó con fuerza.

          —¿A caso te parezco una bruja ordinaria? —Misa miró fijamente a Willy Cromo con sus ojos rojos. Y lo hizo temblar, por un momento se quedó callado. Ella era imponente.

          —Una bruja con buen cuerpo y bonito rostro pero bruja al fin... —sonrió Willy Cromo.

          Ramán lo apretó tan fuerte que le rompió un brazo. Willy gritó de dolor pero no dejó de sonreír.

          —Solo encierralo. Por ahora no me es útil —ordenó Misa y Ramán asintió.

          El plan de la madre de la genuina vida se ponía en marcha. Sus hijos los butis organizaban a todas las criaturas vivas de la isla. Solo ella sabía lo que les esperaba, los demás simplemente seguían las órdenes de aquella que los había formado.

          Misa podía sentir hasta casi poder escuchar las plegarias de aquellos que invocaban su nombre. Había un Ani que imploraba más fuerte que ninguno, ella lo había conocido, era un hombre sabio y decidido, con la misma idea de revolucionar el mundo que ella tenía el sabio Cagua.

          Misa había vivido muchos años, estaba viva desde mucho antes que empezara a existir el mundo Alhel, nunca quiso iniciar una guerra, pero necesitaba acabar con aquellos que no eran capaces de cuidar y valorar la vida animal.

          —¿Sabes algo Ramán? —preguntó, llamando la atención del hombre tigre que rastreaba algo —. Lo que más odio de la vida inteligente, es que se creen superiores a todos. Solo los dioses alcanzan su ego.

          —¿Sus hermanos no son puros como usted? —preguntó curioso Ramán.

          —Lo único que diferencia a los dioses de la vida inteligente son los años que han vivido —respondió seria Misa. Ella nunca comentaba mucho de los otros dioses. Los odiaba tanto como odiaba a la vida inteligente.

          La madre Misa vio hacia el cielo oscuro lleno de estrellas, no extrañaba nada de la vida de una diosa. Lo único que le importaba eran sus hijos. De lo único que se arrepentía era de no haber terminado antes con el dolor que les ocasionaban a todos los animales.

          Hace unos años Misa tomó la decisión de cambiar el destino de sus hijos. Luego de pasar años viajando, años durmiendo, años viendo guerras, sangre y muertes. Fue cuando escuchó la plegaria más pura de todo el mundo.

          Misa respondió a las plegarias de Cagua. Lo había escuchado antes, pero nunca de una forma tan pura y sincera. Toda la vida Ani y animal del continente Siafan, estaba siendo aniquilada por los demonios verdes del país pico. A pesar de que eran descendiente de los reptiles. No tenían nada que ver con Misa, ellos habían sido creados con magia oscura, eran semihombres amorfos, su mente estaba corrompida de igual forma que la mente de cualquier hombre.

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora