Mutua

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          Días calientes y noches frías, ya tenían agotados al mago Garfald y la joven Mutua, no tenían agua ni comida. Garfald era un mago poderoso y podía salir del desierto él solo pero no quería hacerlo y no solo por el hueso de dragón sino también porque estaba muy interesado en el repelente de magia que era Mutua.

          —Se me acabaron las gotas comprimidas de agua —dijo el gordo que buscaba en su bolsillo —. Al menos ya estamos llegando.

          La arena se empezaba a entremezclar con rocas de las que brotaban yerbas y flores color violeta.

          —Donde hay flores, hay agua —explicó el mago Garfald a la mareada Mutua que se estaba desvaneciendo. No estaba acostumbrada a tener hambre, su estómago le rugía pidiendo alimento. Tenía sed y sueño. No había dormido lo suficiente.

          —Agua… por favor agua… —balbuceó Mutua y Garfald la miraba preocupado.

          Garfald de manera sabia introdujo la parte baja de su bastón de madera en uno de los orificios de la roca por donde salía la yerba. Como si canalizara su poder a través del bastón empezando por la parte superior que tenía forma de gato hasta la parte inferior de madera. Esta empezó a crecer como raíces buscando agua y de la punta brillante en forma de gato empezó a brotar el agua como una fuente.

          —Allí tienes agua, bebe todo lo que puedas Mata —dijo el gordo, Mutua salió corriendo a beber y también bañarse en esa agua que extrañamente estaba cálida.

          Garfald empezó a hacer cápsulas de aguas que tomaban la forma de una gota pequeña. Las guardaba en su bolsillo, estas gotas llevaban hasta cinco litros de agua. Pero tomaba tiempo hacerlas.

          —Hechizo almacenado; Incapsulare acqua —conjuró e hizo seis gotas de agua que tenían cinco litros de agua encapsuladas cada una.

          Mutua se llenó de agua, ya no estaba deshidratada pero tenía mucha hambre.

          —¿Cuando encontraremos comida? —preguntó Mutua enojada —. Tú tienes comida almacenada en esa barriga pero yo estoy muriendo de hambre.

          —Creo que acá podemos encontrar algo de comer, pero de noche será aún más difícil —Garfald encendió la punta de su bastón en fuego como lo había hecho varias veces antes.

          —No voy a dormir hasta comer algo —declaró Mutua frustrada, el sueño y el hambre la colocaban amargada.

           —Bueno, yo si tengo bastante sueño, pero te acompañaré por algo de comida, una frugívora como tú de seguro no sabe cazar ningún animal —no creo que vayas a encontrar nada.

          —No me importa si no sé cazar, tampoco me importa si soy frugívora, tengo mucha hambre y me comeré cualquier animal, si voy contigo los espantarás a todos con tus pasos de gordo —se quejó Mutua —. Es mejor que te quedes.

          —Bueno sí tú insistes, asegúrate de conseguir algo grande y jugoso para comer —dijo el gordo Garfald que se sentaba en una de las rocas y empezaba a amontonar otras. Mutua lo miró extraño, pero de igual forma se alejó en busca de comida.

         —Necesito un arma —dijo Mutua.

         El mago empezó a revisar su bolsillo y sacó una espada miniatura que pasó por la punta de su bastón y lanzó al aire para que cayera al suelo. Justo al tocar el suelo recuperó su tamaño original. Era una espada pequeña que se podía usar con una sola mano.

          Mutua la empuñó y caminó por el suelo rocoso, no veía nada con vida en el lugar, se hacían sombras de las rocas con la luz de la luna blanca, empezaba a creer que entre tantas rocas no había nada vivo pero a lo lejos empezó a ver algunas ranas de color verde saltando.

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora