Misa

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          No se podía ver casi nada, los rayos de luz de la luna no podían penetrar la densa selva, todo estaba bastante oscuro, cuando un brillo parecido al de la luciérnaga iluminó algunos árboles. Una cierva con pelaje color rubio como si se bañara en plata, oro y cenizas brillaba, incluso también sus ojos color bermellón.

          Corría por la selva de la isla de las criaturas. La cierva había escuchado algo que no había escuchado antes en aquella isla, el sonido estruendoso parecido al de un trueno que hacían las armas de proyectiles, resonaban una y otra vez en toda la isla. La cierva sentía el dolor de otros animales que morían en la isla por manos de los Latem que se acercaban, la cierva corría hacia la dirección opuesta y varios animales le seguían. Los guiaba a un lugar seguro. Todo tipo de criaturas, gigantes, voladoras, mamíferos y reptiles.

          Se dirigían a un pequeño pueblo que se encontraba algo lejos de aquellos disparos, mientras corría en sus cuatro patas. Su pelaje empezó a desaparecer y a cambiarse por piel, una tan blanca como la luna casi brillante pero sin ser grasosa ni pálida, sus pezuñas traseras se convertían en piernas muy esbeltas y fuertes, las delanteras en manos muy suaves y delicadas. Se había convertido en una mujer con el cabello muy largo del mismo color del pelaje de aquella cierva, yacía desnuda en la oscuridad pero sus ojos bermellón brillaban al igual que su cabello que le llegaba a la cintura, la cierva se había convertido en una mujer de dos metros sus hombros estaban simétricos con su cintura, senos y glúteos, su piel, manos y pies eran delicados no había ni un rastro de imperfección en todo su cuerpo, ni cicatrices, ni marcas, ni pelo, ni lunares. Su aspecto la delataba. No era una mujer común. Era una diosa.

          —Bienvenida Misa —dijo un hombre fornido de piel oscura como el tronco de un árbol de roble, tenía la piel pintada de blanco como lo acostumbraban a hacer los de su pueblo. Misa salía de la oscuridad y solo se podían ver el color de sus ojos rojos y su cabello oro ceniza. Pero los Butis tenían una vista mejorada que incluso les permitía ver en la oscuridad.

          —Muchas gracias guardián. Quiero que dejes entrar a estos animales y les den refugio en el pueblo —ordenó la mujer. Estar ante su presencia era algo vivificante y estremecía la piel y verla desnuda era un privilegio que todo hombre disfrutaba ver, aunque no lo decían, aún así ella lo notaba.

          En la isla de las criaturas el día era muy caluroso y en las noches el frío era agobiador aunque no para una diosa, para ella no existía el frío ni el calor en este mundo.

          —La reconocí por su cabello—comentó Ramán, que era el jefe de la tribu colmillo blanco que mantenía su cabeza abajo avergonzado y tímido por la desnudez cautivante de Misa.

          —No debes avergonzarte, yo no soy más que ustedes. Ustedes me ayudan y yo los ayudo —explicó Misa mientras levantaba la cabeza de Ramán. Que ahora la miraba directamente a los ojos de color bermellón. Quedando casi hipnotizado.

          Misa era la única diosa que se consideraba igual a los animales y a los hombres del mundo Alhel. Ella era una de los dioses inferiores. Una diosa humilde que se paseaba por el mundo salvando a la vida animal que ella había ayudado a moldear.

          —Discúlpeme Misa, sé que usted es la vida —se disculpó y aclaró Ramán —. Dejaré entrar a los animales.

          Ramán estaba temblando, a pesar de que tenía una gran cabellera oscura y un manto de pelaje de Pova (Un animal con pelaje grueso resistente y marrón de cabeza redonda parecido a un bisonte) el frío de la pintura blanca en su piel no parecía ayudar.

         Ramán se acercaba a encender una fogata, tenían varias fogatas rodeando el pueblo donde estaban. Luego de encender la fogata los rasgos de la diosa se hicieron más evidentes por lo que Ramán tomó su abrigo de Pova y cubrió la desnudez de Misa.

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora