Misa

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          Misa se estaba levantando se sentía fuerte otra vez, habían pasado seis días desde que llegó cerca de la ciudad de las rebeldes, nunca antes había estado tanto tiempo convertida en un animal tan grande y mucho menos había hecho el esfuerzo de cargar una isla entera por nueve días. A penas situó la isla de las criaturas a unos kilómetros de la ciudad de las rebeldes se detuvo y se desvaneció en los brazos del hombre tigre Ramán.

          Al despertarse llevaba puesta una bata blanca y dorada que combinaba con el color de su cabello natural, esta bata estaba hecha de seda y algodón era muy suave, a los butis les costaba mucho fabricar este tipo de tela ya que dependían del gusano de seda y de un arduo trabajo con el algodón en las pocas partes que se podía sembrar en la isla. 

          Misa caminó hacia la puerta de la pequeña y humilde choza en la que se encontraba. La luz la encandilaba haciéndole difícil poder ver. El sonido de los pájaros cantando armonizaba la mañana. Unas mujeres de la tribu colmillo blanco tenían granos de maíz en la mano y alimentaban a las aves que rodeaban el lugar. Muchos animales se habían quedado refugiados en la aldea. Todo se veía tan pacífico.

          Un rugido se escuchó y el cantar de los pájaros se detuvo, un enorme oso grizzli buscando comida se quejaba con gruñidos y rugidos, los cerdos, gallinas, aves, ciervos que estaban cerca, corrieron. Las mujeres también se asustaron y corrieron. No había ningún hombre en la aldea. Pero las mujeres también eran fuertes y se podían defender. Varias de ellas buscaron armas para arremeter con el oso hambriento y enojado.

           Misa iba a interceder en ese instante, no creía que fuera necesario asesinar a ese pobre oso grizzli que solo buscaba comida.

          —¡Deténganse!—gritó una de las mujeres que se encontraba cerca de la choza, era una mujer joven y de piel oscura, quemada por el sol. Su piel era gruesa y su pelaje era oscuro y semi liso, estaba algo enredado. Sus ojos eran oscuros pero brillantes, tenía una cara redonda y grandes ojos.

          La mujer empezó a acercarse al oso con una calma, avanzando poco a poco para detenerlo de que siguiera avanzando.

          —Calma amigo, sé que tienes hambre, pero no tienes porqué reclamarnos a nosotros, todos somos amigos —dijo la joven mujer que se acercaba paso a paso.

          El oso rugía como si estuviera respondiéndole.

          —Espera acá, buscaré algo para ti.

          La joven mujer retrocedió calmadamente, el oso esperaba mirando a las mujeres armadas con cuchillas que querían atacarlo. Misa solo esperaba el momento en que pudiera interceder. Pero tenía curiosidad de cómo se iba a resolver el problema.

          La joven mujer buscó dos pescados de los que iban a utilizar para hacer la comida del almuerzo.

          Las mujeres la miraban con cara de enojo, pero en el instante que iban a decirle algo notaron la presencia de su madre Misa, que estaba observando todo atentamente. Las mujeres armadas permanecieron calladas.

          La mujer se acercó al oso nuevamente y colocó los pescados en el piso, el oso los olió, los sostuvo en su boca. Dio la vuelta y se fue.

          Misa estaba contenta de que todo no hubiera terminado en desgracia. La misma joven mujer notó la presencia de su madre, así que se acercó a ella fascinada.

          —¿Misa, cómo está, cuándo despertó? Se supone que yo debo cuidarla.

           —Estoy bien —, respondió Misa somnolienta.

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora