Epílogo

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Flecha

          No parecía haber ningún barco con ruta a la isla de Senod, lo más cercano era uno que se dirigía al país Merlot, pero para ese viaje no le alcanzaba el dinero, deambuló por un pequeño pueblo llamado La sombra del muro la mayoría aunque en ese lugar la mayoría eran hombres de Hard, también había varios jinetes de agua comerciantes.

          Flecha preguntó por horas donde podía conseguir una casa de empeño, la mayoría de las personas lo ignoraron hasta que una anciana le señaló el camino y entró.

          —¿A caso eres un Latem —preguntó el dueño regordete a penas lo vio —. Te vistes como un Latem pero tu cara y el color de tu piel delatan que eres un Senod.

          —¿Eso importa para hacer negocios? —preguntó, la capa vieja que llevaba puesta no le había servido para mantenerse oculto.

          —Supongo que no importa, de igual forma ya ustedes dejaron de ser esclavos. Solo espero que no vengas buscando venganza o algo así.

          —Solo quiero vender estas cosas que le robé a los Latem, son muy valiosas —mintió Flecha y aunque le costó, sonó creíble.

          —Veamos…

Mutua

          Mutua estaba mareada pero aún así recordó lo que pasó cuando usó su antimagia, su cuerpo no lo había resistido. Pero lo habían logrado, habían derrotado a la diosa Misa aunque eso no había sido suficiente.

          —¿Estás bien? —preguntó Lancel.

          Mutua estaba sudando, y su piel estaba fría. Lancel la miró y le tocó la frente.

          —Tienes fiebre —dijo —. Por favor Klauss o Bellis colóquenle más trapos húmedos.

          Bellis remojó un trapo en un pote de agua y se lo puso en la frente a Mutua que se extrañó enseguida.

          —¿Dónde estamos? —preguntó —. ¿Dónde está Kathagal? Y el gato de rocas.

          —Es un bote de escape —explicó Bellis. Tu gato está arriba pero Kathagal y las demás decidieron quedarse.

          —¿Por qué, a dónde vamos nosotros? —preguntó Mutua intentando levantarse pero se empezó a tambalear mareada.

          —Vamos a la isla de los sapientes, ellas no querían dejar la ciudad desprotegida, yo tampoco quería venirme pero Kathagal nos obligó y Lancel y Neleste estuvieron de acuerdo.

          —Es por su bien, debemos encontrar la forma de recuperar la ciudad —Neleste se levantó de su asiento donde no se veía y se acercó a la cama donde estaba Mutua.

          —La reina Parta creía en ti por una razón. Hay que averiguar cuál era.

          —Otro viaje, otra aventura —soltó Klauss —. Lo malo es que no habrá una paga.

          —Sí nos ayudan es probable que la reina los recompense —explicó Neleste.

          —¿Pero entonces la diosa está muerta? —preguntó Mutua.

          —No lo sabemos, pero sí está viva necesitaremos de tu antimagia —Neleste observó a Mutua sin parpadear hasta que bajó la mirada. Luego sonrió.

Otlaxe

          El viejo estaba cortando madera, cuando escuchó un rugido provenir de lo más profundo del bosque. En aquél lugar habían encadenado al dragón dorado. Cuando los nómadas se aburrían solían fastidiarlo jugando a enfrentarlo. En uno de esos combates el dragón logró cortarle el pecho a uno, sobrevivió por poco, desde entonces simplemente le arrojaban rocas en la cabeza o en las patas cuando lo veían durmiendo.

Herederos de Alhel: Ciencia y magia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora