III. Su verdadero rostro.

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Luego de regresar al castillo, Seokjin había terminado yendo a la cama muy tarde, pero eso no le había impedido el levantarse más temprano que de costumbre para empezar a guiar a la gente que trabajaba en el castillo. Lo más importante fue pedir que prepararan un baño y ropa para Yoongi, además de ordenar que lo ayudaran a arreglar su cabello y barba.

Notó instantáneamente que había cierta resistencia a sus órdenes, pero nadie se quedó quieto, apresurándose a obedecer. Eso lo dejó lo suficientemente tranquilo para ir a desayunar y comenzar con algunos de sus deberes del día.

Pasadas unas horas, el rey avanzó hasta la habitación que le había asignado al prisionero, inmediatamente junto a la suya, solo para encontrar a un par de mucamas cuchicheando frente a la puerta en cuestión. No necesitaba la habilidad para leer mentes para entender que estaban evadiendo alguna de sus tareas.

—¿Hay algún problema? —preguntó Seokjin a sus espaldas. Las dos mujeres se pararon muy erguidas de repente.

Se lanzaron un par de miradas y, segundos después, una se inclinó en una reverencia.

—Por favor perdóneme, mi señor, le ruego me perdone —repitió la mujer. Era una de las mucamas que llevaba más tiempo trabajando en el castillo y también una especie de jefa para las demás—. Le juro que haré lo que usted me pida, pero no me obligue a tener que tocar a ese... monstruo.

El término le supo mal en la boca, pero prefirió no decir nada.

Así que el problema radicaba en que no querían tener que ayudar a Yoongi a terminar de asearse. Debió esperarse algo así.

—Si le parece que estoy sobrepasándome, puede despedirme.

Seokjin contuvo un suspiro.

—No haría algo así. Pero tampoco pienso forzarte a quedarte si estás incómoda, así que eres libre de marcharte si así lo deseas —ofreció Seokjin—. Cualquier deuda que tenías con mis padres está más que saldada.

Las dos se miraron, aparentemente esperando que alguna encontrara las palabras.

—No, no queremos marcharnos, Su Majestad. Queremos seguir con usted.

—Pues no lo hagan. Pueden retirarse, yo me encargo del resto. Gracias.

Se apresuraron por el pasillo no sin antes hacer un par de reverencias. Solo cuando se perdieron por una esquina se compuso, volviendo a erguir la espalda y tomó una gran bocanada de aire antes de ingresar a la habitación frente a él con la sonrisa más falsa que podía componer en un momento como aquel. Ya luego tendría tiempo para analizar lo que acababa de ocurrir.

Yoongi estaba sentado frente a un gran espejo, completamente limpio y pálido como el papel, intentando a duras penas hacer algo con la barba que le había crecido en los seis años que estuvo encerrado. No era voluminosa, pero sí algo larga y maltratada. Su cabello no estaba en mejor estado.

El ex prisionero le lanzó una mirada.

—Ah, eres tú. ¿Vas a escupirme tú también?

Seokjin enarcó una ceja.

—¿Alguien te escupió?

—No, pero les hubiera encantado hacerlo.

Eso le sacó una sonrisa genuina. Al menos su invitado no se dejaba molestar por el odio infundado que le tenían los miembros del castillo.

El rey avanzó hasta él y le quitó con cuidado la navaja que sostenía en una mano. Se notaba que llevaba ya un buen rato intentando ingeniárselas con su barba y aunque se notaba que había conseguido recortar los vellos de un lado de su rostro, era obvio que no había avanzado demasiado ni de forma coherente.

The Lost Assassin ♕ ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora