I. Los preparativos

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Aquel sería un día crítico. Pero si algo había aprendido Seokjin luego de seis años como rey de Gyeoul, era que en la más complicada de las situaciones la mejor estrategia a tomar era tomárselo con calma.

—¿Está seguro de esto, Su Majestad? —preguntó su consejero por enésima vez en la media hora que llevaban juntos en el comedor.

El rey no se volteó a observarlo, pero pudo imaginarse su expresión sin hacerlo. Namjoon debía estar haciendo un esfuerzo sobrehumano para evitar comerse las uñas, pero estos esfuerzos lo dejaron con el corazón en una manga. Detrás de sus gafas seguramente sus pupilas estaban dilatadas y su boca no podía evitar tensarse en una línea cuando no hablaba.

Namjoon era su mejor amigo desde niño. Su consejero desde que asumió la corona. El que se encargaba de perder la calma en lugar de su muy relajado rey.

—Así es, Namjoon. Mi opinión no ha cambiado en los dos minutos que pasaron desde que me lo preguntaste la última vez —dijo Seokjin sirviéndose más té—. Y ya te dije que no me llames Su Majestad cuando estamos solos. ¿Té?

—No, gracias. Realmente creo que necesita una tercera opinión, ¿y si...?

Antes de que pudiera ponerle un alto a sus quejas la puerta se abrió y uno de los sirvientes dejó pasar a su hermano menor, quien no se había molestado ni en cambiarse la ropa de cama ni de intentar domar su cabello plateado que apuntaba en todas las direcciones. E incluso así no dejaba de ser el muchacho más hermoso del reino. Hasta su andar somnoliento tenía algo de gracia.

—Buen día —soltó en medio de un bostezo. A su lado Namjoon se paró mucho más firme y evitó hacer contacto visual—. ¿Llevas mucho tiempo despierto, Jin?

—No —llevaba una hora despierto—. Te estaba esperando para desayunar. Namjoon.

—Enseguida, Su Majestad.

El consejero se retiró con una pequeña reverencia y segundos después entraron un par de personas al comedor para servir el desayuno. Jimin seguía adormilado, pero sus ojos no se mantuvieron quietos, pasando de la mesa a la puerta y de la puerta a la mesa.

—Sabes que no va a regresar —señaló Jin.

—Pero estaba hablando contigo...

—Irá a verme a mi estudio cuando acabemos de comer. Ya sabes cómo es.

El menor hizo un puchero y con las manos despedazó agresivamente una hogaza de pan. El rey contuvo una risa.

—¿Tanto le molesta estar en mi presencia? —preguntó en voz baja, claramente para sí mismo y no tanto para su hermano. El príncipe Jimin llevaba ya años con las mismas quejas y los mismos problemas.

—No le molesta tu presencia en lo absoluto —negó el rey empezando a servirse—. Pero él cree que no tiene lugar en nuestra mesa y prefiere irse para no estorbar.

—No estorba a nadie.

—Es lo que le he dicho un millón de veces y lo sabes.

No se volvió a hablar del tema por el resto del desayuno. Jimin era quien más hablaba de los dos y aunque Seokjin era capaz de dividir su atención para escucharlo, a veces se encontraba a sí mismo divagando entre sus pensamientos. Lo que tenía en la agenda aquel día era probablemente lo más complicado y fastidioso que tendría que hacer desde que asumió la corona seis años atrás.

Como el heredero a la corona y el mayor de los dos, Seokjin había sido entrenado para asumir el poder desde su adolescencia, pero nada lo preparó para lo que vendría luego del asesinato de sus padres. Mantener un país a flote cuando todos han perdido la esperanza y los otros países esperan verte caer no era algo que cualquier muchacho de veintiún años podría hacer. Eso sin contar que también tenía que encargarse de su hermano menor, claramente el más traumatizado de los dos por lo que había visto aquella noche seis años antes.

Sin embargo, lo había conseguido. Gyeoul no era el mismo país que cuando su padre era quien cargaba con la corona, pero tampoco podía decir que su administración dejara mucho que desear. La gente estaba bien. Los problemas eran mínimos. Al menos al momento.

Era justamente por un peligro inminente que debía asumir la peor de las responsabilidades.

—Hermano —llamó Jimin sacudiéndolo del antebrazo. Jin le dedicó una sonrisa—, ¿me escuchaste?

—No, disculpa. Estaba pensando.

—Te preguntaba si esta noche tendrías tiempo para cenar conmigo.

Ah. El destino una vez más entrometiéndose en la que consideraba la tarea más importante de todas: estar allí para su hermano. Jin se removió incómodo en su lugar y le dio un sorbo largo a su té.

—Esta noche estoy ocupado, Jimin. Hay algo importante que tengo que hacer.

—Siempre tienes algo importante que hacer.

Era un claro reproche, pero no le afectó. De todos modos, no tenía derecho a enfadarse considerando que tenía razón. A veces daba la impresión de que solamente trataba de zafarse de él con excusas, pero no podía estar más alejado de la realidad; ¿le hubiera encantado poder tener más tiempo para aprovecharlo con su hermano menor? Sí. Absolutamente. Pero era el rey.

—Lo siento, Jimin. Intentaré liberarme luego de esto —prometió el rey extendiendo una mano para posarla sobre su hombro—. Pero a cambio, hoy te tengo una sorpresa.

Eso llamó su atención. La mirada del príncipe se iluminó.

—¿Una sorpresa?

—¡Namjoon!

Pudo ver en los ojos de su hermano que éste pensó que su sorpresa era Namjoon, y aunque aquello lo emocionó claramente, tampoco pareció decepcionado cuando comprendió que estuvo equivocado. El consejero abrió la puerta e ingresó solo un paso, deteniéndose con una sonrisa y aclarándose la garganta.

—Su Alteza el príncipe de Yeoreum, Taehyung —anunció en voz alta, pero antes de que pudiera terminar la introducción, un muchacho de la edad de Jimin entró al comedor casi corriendo. Su cabello imposiblemente rojo resaltaba contra las paredes grises del cuarto.

—¡Taehyung! —Jimin recibió al pelirrojo entre sus brazos—. ¿Qué haces aquí?

Todavía sosteniéndolo de la cintura con un brazo, Taehyung le peinó el cabello tras la oreja y le enseñó una sonrisa con todos los dientes. En aquel momento los dos jóvenes eran totalmente ajenos al resto del mundo y, entre risitas bajas, Namjoon se marchó no sin antes recibir un guiño de aprobación de parte del rey.

—He venido a verte, ¿qué más? Me quedaré un par de días.

—¿Y tú planeaste esto, Seokjin?

—Se dio la casualidad, digamos —respondió sin dejar de sonreír. Seokjin se puso de pie—. Los dejo para que se pongan al corriente. Tengo que empezar a trabajar si quiero irme a dormir esta noche. Diviértanse, pero compórtense.

—No prometo nada, Su Majestad —dijo Taehyung separándose de Jimin, pero automáticamente tomando una de sus manos entre la suya.

Sabía que mientras Taehyung estuviera allí junto a su hermano el ruido llenaría el castillo y nadie estaría tranquilo, pero también sabía que el ambiente se volvería mucho más animado. Para rematar, la presencia del príncipe de Yeoreum aseguraba algo primordial para él esa noche: una perfecta distracción.

Los dejó en el comedor y se dirigió hacia la biblioteca, donde ya sabía que Namjoon lo esperaba para discutir los detalles que definirían mucho más que lo que lo esperaba esa noche.

The Lost Assassin ♕ ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora