IX. Expectativa.

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Jungkook entró a su habitación a la hora azul para levantarlo, quizás esperándose encontrar a Yoongi en su quinto sueño, cuando en realidad llevaba ya un rato sin poder volver a dormirse. La ansiedad lo sacó de la cama de un salto y en un segundo estuvo preparado y listo para salir.

El castillo estaba bastante vivo para la hora que era, pues en un par de horas empezaría a funcionar como de costumbre y para ello los sirvientes debían prepararse. El capitán lo dirigió hasta los establos, donde Seokjin ya los esperaba junto a Euna, y salieron a hurtadillas por una puerta que daba al exterior.

Una vez estuvieron fuera de las murallas del terreno, Jungkook los detuvo un momento.

—Aquí, en caso de emergencia.

El caballero le pasó una espada en su funda y Yoongi la miró sin saber bien qué pensar. En primer lugar, le parecía un poco irresponsable que le confiaran un arma a alguien que todavía no estaba exento de un crimen y en segundo, ni siquiera sabía si sería capaz de usarla. Nunca había blandido una espada y con sus brazos debiluchos por sus años en el calabozo no estaba seguro de poder levantarla siquiera.

Sin darse cuenta su mirada buscó a Seokjin y el rey asintió la cabeza con aquella sonrisa que le recordó lo que le había dicho horas antes en el patio.

Aceptó el arma, pero con cautela. Como si temiera que el objeto le quemara las manos.

—Alcanzar el pueblo nos tomará unos dos días —anunció Jungkook, montando su caballo en un solo intento—. Tomaremos un par de descansos, pero mientras menos tomemos, mejor. Yo iré al frente y Yoongi atrás, si le parece bien, Su Majestad.

El susodicho asintió con la cabeza y solo montó a Euna cuando vio a Yoongi ubicado sobre su propio caballo. El rey se colocó la capucha de la capa encima de la cabeza y esa fue la señal que necesitó el capitán para empezar la marcha.

Jungkook los guio por un camino que rodeaba no solo las inmediaciones del castillo, sino también el pueblo; supuso que era lo mejor para evitar que alguien reconociera al tan llamativo rey. El día se fue aclarando con cada kilómetro recorrido y al mismo tiempo, el cuerpo de Yoongi le recordó que no estaba lo suficientemente preparado para el viaje.

Al principio se dijo que no podía ser solo él, pero al fijarse en sus dos acompañantes, entendió que estaba muy equivocado. Ambos seguían cabalgando con la espalda recta, luciendo tan frescos como cuando salieron una hora atrás. Ninguno parecía cerca de proponer un descanso ni mucho menos que se detuvieran a comer algo, mientras que a Yoongi le rugían las tripas y le ardían las piernas y el trasero por el dolor.

Una parte de él también quería dormirse, pero el dolor le quitaba el sueño.

Quizás fue por orgullo o para evitar molestar al rey o su caballero, pero Yoongi intentó por todos los medios disimular su incomodidad. Mantuvo la mirada al frente y cada que se pillaba encorvándose sobre su caballo, erguía la espalda automáticamente. Como iba atrás no era necesario, pero siempre que Seokjin miraba sobre su hombro, él intentaba no poner muecas que delataran su dolor.

No es que eso hubiera funcionado, claro.

A la segunda hora, cuando estaban cruzando un bosque que se le hacía familiar, Seokjin detuvo la marcha.

—¿Sucede algo, Su Majestad?

—No, solo necesito estirar las piernas un momento —mintió el rey bajando de Euna de un salto. Sus piernas estaban en perfectas condiciones—. No te molesta, ¿verdad?

—En lo absoluto.

Jungkook se apartó unos metros, mirando a su alrededor en busca de peligro y el rey, tan sutil como creía ser, estuvo cerca justo a tiempo para atrapar a Yoongi cuando sus piernas le fallaron al desmontar. Quiso hacer algún comentario, pero se lo guardó; no necesitaba darle a Seokjin una oportunidad para burlarse de él.

En ese pequeño descanso, el rey no solo lo convenció de aceptar un pedazo de una hogaza de pan que llevaba en la bolsa de viaje, sino que de dar vueltas en círculos hasta que tuvieron que continuar. Lo primero para calmar su hambre y lo segundo para que estirara las piernas. De nuevo, el rey era todo sino sutil.

A pesar de que Jungkook les había dicho al principio que prefería no tomarse demasiados descansos, Seokjin siguió proponiendo varios a lo largo del día. Ofreciendo parte de sus porciones a Yoongi. No era difícil llegar a la conclusión de que lo hacía por él, pues en ningún momento notó que el rey estuviera remotamente agotado. O hambriento. Al contrario, parecía contento de cabalgar por una semana seguida, sin pausas.

La última pausa del día y la más larga, llegó a la hora de la cena. El solo escuchar que podrían descansar un par de horas fue música para los oídos de Yoongi. Se instalaron en un lugar algo escondido en el bosque, donde Jungkook podría vigilar desde una posición privilegiada. Seokjin tenía una pequeña tienda para dormir y los otros dos, mantas para recostarse junto a una fogata.

Incluso con aquella comodidad, el rey prefirió sentarse a comer con él junto al fuego.

Yoongi, metiéndose fruta a la boca, miró en dirección al caballero: Jungkook también comía, pero sentado sobre una roca a una distancia prudente de ambos.

—¿Siempre hace eso? —preguntó Yoongi.

—¿Hmm? ¿El qué?

—Alejarse de ti cuando estás comiendo o descansando —aclaró—. Lo ha hecho cada vez que nos hemos detenido.

Seokjin se fijó también en el caballero, pero solo por un instante.

—Sí, es todo por "cortesía". Por respeto, supongo.

—Pero no te gusta.

—No, no me gusta —admitió el rey. Le dio un largo trago a su vino y luego miró a Yoongi con una de sus extrañas sonrisas—. Quizás esa sea una de las razones por las que disfruto de tu compañía.

—¿Incluso si hay una pequeña posibilidad de que yo haya asesinado a tus padres?

La sola idea pareció serle hilarante.

—Incluso así, Yoongi.

Inmediatamente luego de comer se fueron a dormir. Luego de unas horas Jungkook los levantó y siguieron el camino, tomando casi tantos descansos como el día anterior, pero manteniendo un buen ritmo.

Al final de los dos días prometidos pudieron ver un pueblo en la cercanía. Eran horas de la tarde cuando llegaron a un lugar no muy agradable a la vista, prácticamente sin árboles o huertos, solo arena por todos lados. Las casas eran pequeñas y de madera, la mayoría de ellas en muy mal estado. En general no parecía haber mucha gente ni mucho menos forma de sobrevivir. Las personas que pasaban se veían enfermas, desnutridas.

La imagen le trajo malos recuerdos y le provocó nauseas.

—Iré a buscar a mi contacto. Espérenme aquí, por favor.

Jungkook se alejó cabalgando, dejándolos en un rincón del pueblo algo alejado. Yoongi estaba más incómodo que nunca, ahora que tenía que ver a toda esa gente sufriendo y sin poder hacer nada al respecto. Era verdad que ahora vivía bastante bien bajo el ala del rey, pero fuera del castillo, ¿acaso tenía algo? ¿Algo que podía darles?

Una vez que se acabara su trato con Seokjin volvería a Gaeul con su familia. A su vieja vida. A pelear para sobrevivir.

—¿Yoongi? ¿Te encuentras bien? —la voz del rey le sonó amortiguada.

—Ya sé dónde está la guarida del mercenario —anunció el caballero, apareciendo de la nada—. Síganme.

Desde la lejanía habían visto la construcción, pero tontamente habían creído que se trataba de una iglesia o algún edificio donde antaño vivía alguien con poder e influencia, pero no; la casa de ladrillo y de gran tamaño lucía reciente y, según la gente del pueblo, pertenecía a Seungyeong.

Finalmente, frente a él, el sueño que nunca pensó que se cumpliría: luego de seis años podría encarar al culpable de todas sus desdichas.


The Lost Assassin ♕ ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora