X. La guarida.

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Subieron el par de escalones hasta la puerta, Yoongi detrás de Seokjin; ambos tenían las espadas en mano, uno más elegantemente que el otro. Jungkook se quedó a hacer guardia fuera de la casa.

El rey empujó la madera y las bisagras rechinaron. Avanzaron despacio y sigilosamente entre el caos del salón, los muebles caídos y las botellas de alcohol tiradas por doquier. Solo cuando estuvieron seguros de que no había nadie escondiéndose detrás de alguna puerta o un rincón fue que bajaron las armas y empezaron a inspeccionar.

En el segundo piso solo había un cuarto abandonado que estaba en un estado similar al resto de la estancia. Yoongi se encargó de revisarlo en lo que el rey recorría la planta baja. Luego de mirar en cada rincón, llegaron a la conclusión de que Seungyeong no estaba en casa.

El caos en la guarida no era señal de pelea o forcejeo, solo de un hombre al que no le importaba el orden y que pasaba más tiempo ebrio que sobrio.

Revisó debajo de la cama, bajo el colchón, en los cajones. Golpeó las tablas de madera del suelo con la empuñadora de la espada, buscando huecos. Al final solo pudo hacerse con un par de pergaminos que parecían ser cartas. También halló oro y joyas, pero a estas no le tomó importancia.

Cuando bajó las escaleras con sus hallazgos, encontró al rey inclinado sobre la mesa del salón, inspeccionando lo que parecían ser más cartas.

—Ninguna está firmada —explicó Seokjin cuando se acercó y colocó lo que encontró sobre la mesa—. Todas ellas hablan del asesinato de mis padres. Quienquiera que las haya escrito estuvo preparándolo todo por meses.

Señaló con el dedo un par en concreto y Yoongi se fijó en ellas. Leer no le era tan natural como al rey, pero no tardó mucho en descifrar los mensajes frente a él. Una carta donde alguien concertaba una reunión con Seungyeong para contratar sus servicios. Otras donde cerraban el trato. Otras donde el contratante barajaba opciones sobre cuándo podría darse el asesinato. Información sobre el castillo de Gyeoul, sobre sus festejos, eventos y actividades.

Quienquiera que fuera el contratante, había preparado increíblemente bien al mercenario para llevar a cabo su trabajo. Una de las cartas hasta contenía un dibujo bastante detallado del plano del castillo. Otra hablaba de los potenciales peligros en su interior, como el capitán Junghyun y otros caballeros.

—Bueno, al menos ya sabemos cuál era el motivo de Seungyeong —murmuró Seokjin. No sonaba contento por la aclaración.

—El papel que usó para las cartas parece de buena calidad —señaló Yoongi sintiendo la textura de una—. Y la caligrafía es elegante. Diría que no las escribió un don nadie, ¿tienes alguna idea de quién puede estar detrás de esto?

Seokjin revolvió las cartas por un momento, como si buscara algo en específico, pero más pronto que tarde pareció entender que no encontraría lo que esperaba. El rey soltó un suspiro largo y se dejó caer en la silla más cercana.

—No puedo decir que mis padres tenían enemigos, pero negar que podría existir algún rencor escondido sería imprudente —dijo sosteniéndose la frente con una mano—. Lo único que puedo deducir con lo poco que tenemos, es que quien lo hizo es, en primer lugar, estúpidamente rico. En segundo, alguien cercano a la familia real de Gyeoul y el castillo.

»Viendo los tesoros escondidos en la casa y considerando la vida que ha llevado Seungyeong en los últimos años, no es descabellado decir que fue compensado generosamente por sus servicios —siguió el rey—. Luego está la tan detallada información que le fue proveída. La persona que lo contrató tenía demasiado conocimiento del castillo y sus habitantes que no cualquiera podría saber.

—En conclusión, el contratante solo podría ser...

—Alguien de la realeza. O muy cercano a ella.

No pasaron mucho más tiempo dentro de la casa ni tampoco intercambiaron muchas palabras. Luego de leer un par de cartas Seokjin se había puesto algo sombrío y se dedicó a rebuscarse por unos minutos más antes de decidir que lo mejor era tomar todo lo que fuera útil para la investigación y salir.

Incluso sin que lo dijera, Yoongi podía entenderlo. Era increíblemente frustrante tener acceso a tanta información pero que a su vez dijera tan poco. De nada servía tener todos esos datos si no sabían quién había enviado las cartas. Quién estaba detrás de todo aquel plan frívolo y horroroso.

Al salir, Jungkook los acompañó al pueblo para terminar la investigación con un par de preguntas a la gente del pueblo.

Ellos les confirmaron lo que ya sabían: Seungyeong se había hecho rico de la nada seis años atrás y desde entonces malgastó su fortuna en alcohol y en fiestas a las que casi forzaba a todos los pueblerinos a asistir. De lo único que les había servido tener un vecino tan volátil había sido para robarle comida u oro cuando estaba inconsciente por la bebida.

—¿Tiene idea de dónde podemos encontrarlo? No estaba en casa.

Si las cartas no terminarían de darles las respuestas que necesitaban, Seungyeong haría el resto, luego de un pequeño... incentivo. O eso esperaba Seokjin.

Los dos pueblerinos, una pareja de marido y mujer, se miraron confundidos ante la pregunta del rey, al que no reconocían.

—Seungyeong murió hace semanas, hijo —informó la mujer—. Un día estuvo tropezándose por ahí borracho y terminó matándose.

—Se metió en el camino de una caravana de mercaderes y murió aplastado por caballos y carretas —completó el marido—. No podemos decir que lo extrañamos, pero de todos modos es una pena morir de una manera tan horrible.

A los tres forasteros se les ocurría una forma peor, pero ninguno se atrevió a decirla en voz alta. En su lugar, Seokjin les agradeció a los pueblerinos por su colaboración y se marcharon en silencio del pueblo.

El aire que rodeaba a los tres estaba tenso. Se sentían atascados y derrotados a niveles distintos. Habían viajado por dos días con la esperanza de encontrarse con el asesino del rey y la reina y habían abandonado su casa con apenas unos pedazos de papel que no les ayudaban demasiado a encontrar al verdadero autor del crimen.

—Ya está oscureciendo, así que creo que será mejor que acampemos por hoy —sugirió Jungkook cuando estuvieron lo suficientemente lejos del pueblo para que no se viera a lo lejos.

Ninguno dijo nada. Seokjin solo asintió con la cabeza y bajó de su caballo, apenas dando una palmadita a Euna antes de empezar a levantar su tienda.

Yoongi se mantuvo un momento más sobre el lomo de su animal, mirando sobre su hombro lo que dejaba atrás, preguntándose cómo se hubiera dado todo si llegaban semanas antes, si encontraban a Seungyeong en el interior de su guarida.

Probablemente hubiera terminado por adquirir de verdad el título de asesino.


The Lost Assassin ♕ ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora