IV. La sentencia.

197 54 2
                                    

Luego de seis años encerrado en un calabozo, cualquier esbozo del exterior parecía lujoso para Yoongi. Quizás por ese mismo motivo el castillo de Gyeoul le parecía excesivo. Tan pronto lo sacaron de la inmensa, fría y sucia oscuridad lo arrojaron a una habitación tan grande como la casa donde solía vivir y le dieron lujos que le dejaron un mal sabor de boca.

La ropa era de la mejor calidad. La comida tan deliciosa que adormecía su boca. Incluso la ayuda a regañadientes de la servidumbre le había parecido demasiado.

Y luego estaba el rey. Su Idiotez, Seokjin. El bastardo era tan extraño como era guapo. Nadie nunca le creería que un hombre así se había rebajado a afeitarle la barba. Yoongi se pasó la mano por la barbilla mientras pensaba, ¿acaso estaba en una especie de sueño lúcido? Luego de tanto tiempo encerrado, ¿finalmente había perdido la cordura?

El camino hasta el comedor tomó mucho más tiempo del que probablemente era necesario. Yoongi se rehusó a aceptar la ayuda del rey para caminar, así que tuvo que arrastrar los pies mientras se sostenía de la pared para avanzar. Era dar diez pasos y detenerse para respirar, intentando por todos los medios no manchar la alfombra del pasillo con el contenido de su estómago.

Todo parecía nuevo. Caminar. Respirar. Hasta su estómago no sabía qué hacer con lo que le había proporcionado en las últimas horas. Comer piedras le hubiera causado menos náuseas.

El rey jaló una silla para él y lo ayudó a sentarse. En el comedor esperaba de pie un muchacho alto y de gafas. Solo viéndolo era difícil determinar de qué reino procedía, pero algo le decía que, con ese tono de piel morena y el cabello castaño, no podía ser oriundo de Gyeoul.

—¿Algo que deba saber, Su Majestad? —preguntó él mirando de reojo a Yoongi por un instante.

—Solo que luego de comer estaré ocupado por unas horas —respondió tomando asiento a la cabeza de la mesa, al costado de él—. Encárgate de atrasar mis responsabilidades hasta entonces, Namjoon.

—Por supuesto, ¿algo más?

El rey miró alrededor de la enorme mesa vacía.

—Quizás debas prepararte para escucharlo quejarse.

Namjoon siguió el rumbo de su mirada y finalmente asintió con la cabeza.

—Lo tendré en mente —asintió y, tras una reverencia, se marchó por la puerta. Segundos después ingresaron los sirvientes para traer la comida.

Yoongi no sabía si encontrar la conversación recién dada fascinante o extraña.

Los miembros del castillo sirvieron a Seokjin con gracia y paciencia, sonriéndole en el proceso e incluso haciéndole preguntas banales sobre su día o cómo se encontraba. A Yoongi ni lo miraron y dejaron caer un plato frente a él sin cuidado, como si de un perro sarnoso se tratase. Aquello solo lo hizo contener una risa.

Finalmente los dejaron solos.

—Come todo lo que quieras, por favor. No te contengas —pidió el rey comenzando a servirse—. Te necesito con fuerzas para lo que tenemos en la agenda.

—A tu gente no le agrado mucho, ¿no?

Seokjin no reaccionó más que para sonreír.

—Solo son leales a mis padres. No saben lo que yo sé.

—¿Y no piensas decirles? ¿Prefieres que vivan incómodos y con miedo?

El rey ladeó la cabeza y lo miró directamente a los ojos.

—Es lo mejor para todos, al menos por ahora. Créeme.

Antes de poder siquiera pensar en una respuesta la puerta se abrió bruscamente. Por ella ingresó un muchacho de cabello plateado y labios carnosos, vistiendo tan o más elegante que el rey mismo. Sus ojos oscuros parecían chispear como nubes de tormenta. Éstos pasaron de Seokjin a Yoongi y la oscuridad de su mirada se tradujo en una mueca. Detrás de él apareció un chico de cabello rojo que intentó detenerlo con un brazo, sin éxito.

The Lost Assassin ♕ ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora