XII. El emisario.

165 39 11
                                    

Dos días después estuvieron de regreso en el castillo, lo que significó volver a la rutina que empezaba a volverse costumbre para Yoongi. Levantarse, comer, dar vueltas, comer, irse a dormir. Repetir.

Tan pronto llegaron el rey le entregó a su consejero todas las cartas que encontraron en la guarida de Seungyeong, confiando que él podría encontrar en ellas algo que ellos habían pasado por alto. Seokjin parecía bastante confiado de que Namjoon le sacaría toda la información posible y Yoongi se lo creía, pero no podía decir que estaba emocionado por tener que esperar hasta que algo surja de aquellos viejos trozos de papel.

Seokjin volvió a sus responsabilidades y Yoongi a seguirlo cuando no tenía nada mejor que hacer, pero la mayoría del tiempo lo pasaba trotando alrededor del campo de entrenamiento y evitando a todos los caballeros a su alrededor. Le faltaba bastante antes de poder correr sin agotarse a los segundos, pero su cuerpo que poco a poco adquiría fuerzas le daba esperanzas.

Estaba justamente tomando un respiro en los establos, unos días después de que volvieran, cuando un pensamiento cruzó su cabeza al ver a Euna en su lugar de siempre.

Más que un pensamiento, un rostro. Uno que tenía los ojos clavados en los suyos y se acercaba peligrosamente, a la vez que subía la temperatura en una pequeña tienda de campaña. Yoongi tomó un balde con agua que encontró cerca y se lo derramó en la cabeza, intentando en vano espantar aquel pensamiento.

Desde que habían regresado no había podido parar de recordar lo que casi pasó. O lo que él creía que estuvo a punto de pasar. Porque cuando se detenía a analizarlo, lo cierto era que no tenía sentido. ¿El rey? ¿Intentando hacer eso con él? ¿Él de todas las personas? Siendo una persona con tanto poder e influencia, ¿acaso no tenía mejores opciones por donde mirara? Ciertamente no se fijaría en Yoongi para...

Se arrojó el resto del agua en la cara. Un caballo relinchó al otro lado del establo.

—Lo que me faltaba, ahora me regaña un caballo.

El animal resopló. Era el alto corcel plateado del príncipe Jimin. Yoongi se levantó del montón de paja donde estaba sentado y se acercó, inspeccionando al impresionante ejemplar. Era alto y de buena musculatura, de crin lacia y bien peinada. Su lomo estaba salpicado por lunares más oscuros y sus pezuñas estaban perfectamente cuidadas. Dudaba que Euna tuviera ese nivel de cuidado.

Levantó la cabeza y encontró el nombre del caballo tallado en la madera: Byeol. Al igual que Euna, se trataba de una yegua. Esta miró a Yoongi desde arriba, un poco con arrogancia, casi como si supiera que frente a ella no se encontraba más que un simple y sucio prisionero. Le recordaba un poco a su dueño.

—Ya, disculpa. Ya no desperdiciaré el agua, ¿de acuerdo, Byeol?

Estiró la mano con intención de acariciar su hocico, pero una mano apartó la suya de un golpe antes de que pudiera rozar el pelaje de la yegua.

Junto a él estaba un muchacho de su altura con pelo plateado mirándolo exactamente igual que Byeol momentos atrás. Quizás peor.

De todas las personas, tenía que ser el príncipe Jimin quien lo encontrara allí.

El príncipe lo miró con una ceja enarcada.

—Uh... ¿puedo ayudarte? —intentó Yoongi, sintiendo que el príncipe esperaba algo de él.

Esto pareció causarle gracia al menor.

—¿No piensas saludar? ¿Hacer una reverencia? —interrogó Jimin—. ¿Acaso no le enseñan a escoria como tú cómo comportarse frente a alguien de la realeza?

Yoongi inhaló profundo y despacio por la nariz. El que Seokjin lo hubiera aceptado en el castillo no significaba que le debiera nada, pero no consideraba prudente empezar una pelea con su hermano menor. Pero al mismo tiempo...

The Lost Assassin ♕ ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora