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EMMA CAMERON.

Eran casi las 12 de la noche del día 6 de Mayo. Mi cumpleaños y el de Sarah. Bueno, el de Sarah más bien. Ahora el mío supuestamente era el 2 de Mayo.

Caminé hasta la cocina con la intención de tomarme otra pastilla y poder dormir. La siesta que me había echado esa tarde me había sentado de perlas, ahora y solo tendría que recuperar 7 horas menos.

Antes de tomarme ninguna pastilla salí al jardín para tomar un poco el aire. Me senté sobre el muelle y sentí unas ligeras gotas de agua en mis pies descalzos y la brisa que corría a aquellas horas. Entonces escuché unos pasos detrás de mí.

Rafe se sentó a mi lado.

— ¿Qué tal? — me preguntó

Me alcé de hombros.

— Bien, supongo —

Vi de reojo como miraba su reloj y después sacaba de detrás suyo un ramo de flores.

— ¿Qué cojones? — balbuceé

— Para ti — me las extendió — Feliz cumpleaños, Em —

— Rafe... —

— Y... esto también es para ti — me entregó una caja de bombones

Pero no unos bombones cualquiera. Mis favoritos. Unos que llevaba sin comer años, desde mi intercambio en España.

— ¿Cómo los has conseguido? — le miré entre anonadada y emocionada

— Tengo mis contactos. ¿Por qué no comes uno? No le vendría mal algo de azúcar a tu organismo — me abrió la caja esperando que cogiera uno

Y yo no pude rechazarlo. Cogí uno de chocolate con leche que por dentro tenía chocolate blanco. Mi favorito, el mejor de todos. Me lo metí en la boca mientras cerraba los ojos y disfrutaba de ese momento. Gemí de placer al poder volver a saborear aquel maravilloso bombón.

Miré a Rafe cuando terminé de comérmelo y vi que sonreía mientras no me quitaba el ojo de encima.

— ¿Por qué has hecho esto, Rafe? — le miré confusa mientras el olor de los girasoles inundaba mis fosas nasales por completo

Eran mis flores favoritas y que lo supiera me hizo muy pegar brincos.

— Porque te quiero — balbuceó antes de levantarse y tenderme su mano — Quiero enseñarte algo —

No dudé en cogerle la mano. Si era algo muy genial, sí era algo malo y me mataba por lo menos me iría al otro barrio con buen sabor de boca.

Antes de entrar a la casa me puso las manos sobre los ojos y me fui indicando que subiera las escaleras. Una vez el ambiente cálido de la casa me golpeó me detuvo.

— Aguanta con los ojos cerrados, ¿vale? — me pidió alejándose de mí y enseguida extrañé el calor de su cuerpo detrás del mío

Escuché el click del mechero y después Rafe me dijo:

— Puedes abrir los ojos —

Cuando lo hice casi me caigo de culo de la impresión.

En el centro estaba Rafe con una gran tarta de chocolate con dos velas (con el número 1 y el 8). A la izquierda estaba un chico que hacía años que no veía pero siempre que podíamos hablábamos, uno de los mejores chicos que había conocido en mi corazón. Con un corazón que no sé ni como le cabía en el pecho.

A la derecha estaba ella. Mi mejor amiga de cuando estuve de intercambio durante un año en Madrid. Seguía teniendo el pelo moreno largo ("— el pelo hasta el culo, para poder hacerme unos buenos moños — " me acuerdo que le decía a su madre cuando le proponía cortarse más que solo las puntas). Seguía teniendo los ojos oscuros y grandes, pero sus rasgos habían madurado, igual que ella. Pero seguía estando igual de preciosa. Al final tenía razón cuando la dije la pubertad le haría cambiar, a pesar de que ella no me creía y me juraba y perjuraba que se iría a la tumba con esos "putos brackets del demonio" cito textualmente.

Outer Banks                                                         [JJ Maybank]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora