La sangre se le heló cuando el sonido de esa voz llegó a sus oídos. Annie prácticamente saltó de la cama, ignorando el aire frío que chocó contra sus piernas apenas cubiertas por un corto pantalón de pijama. Cruzó corriendo la puerta de la habitación y giró la cabeza en dirección a la entrada. Ahí estaba, parado, al lado de Spencer, que no sabía muy bien cómo reaccionar. En ese momento, Annie no pudo culparlo. Él ya lo sabía, lo mucho que ella detestaba a su padre. Al mismo tiempo, sin embargo, era su suegro...
- ¡¿Qué?! ¡¿Pero vos que hacés acá?! - estalló Anabela en español, sabiendo que de todas formas Spencer iba a entenderla. Y es que no, simplemente no podía enojarse en otro idioma. Sus dientes se juntaron dentro de su boca, y si no siguió gritando, es porque no quería armar un escándalo en frente de Spencer. Decidió respirar profundamente una vez, y antes de que su interlocutor tuviera tiempo de responder, ella dijo fría y calmadamente: Andate.
Ante esta palabra, el hombre bajó la cabeza avergonzado. Sin embargo, no movió sus pies un centímetro. Tímidamente, intentó decir algo:
- Yo... yo solo... - llegó a pronunciar.
- No quiero escucharlo. No me interesa. - lo cortó ella.
Spencer, por su parte, tragó saliva y dio unos pasos hasta llegar al lado de su novia. Extendió su mano con delicadeza, temiendo que al tocarla se encontrara con un hombro gélido como el hielo. Sin embargo, cuando finalmente posó su mano en su hombro, se sorprendió al sentir la furia ardiente que emanaba de ella. La mirada de Spencer se encontró con la de Annie, y en ese instante entendió la intensidad de sus emociones. Sus ojos reflejaban una mezcla de ira, dolor y frustración, y su cuerpo vibraba con una energía poderosa.
- Estoy aquí, Annie. Te apoyo en esto. - susurró Spencer, tratando de transmitirle calma y comprensión a través de su tacto y palabras. Ella se calmó un poco, e intentó dirigirle una sonrisa. Sin embargo, el genio tenía que decírselo. - Quizá podrías escucharlo un momento, solo para saber por qué está aquí... - Dijo tímidamente, notando por primera vez que había algo mal con esa frase... ¿Aquí? ¿Cómo sabía él que Annie estaba en mi apartamento? Ni siquiera nos conocíamos... Spencer comenzó a dudar. Giró la cabeza y miró nuevamente al hombre, intentando obtener información de su rostro y acciones. Pero antes de que pudiera detectar nada, Annie volvió a hablar:
- No me importa por qué está aquí, que se vaya... - gruñó ella, girándose.
- Yo solo... quería saber si estabas bien... - Alcanzó a decir su padre - Escuché que han desaparecido algunas chicas de tu edad por esta zona, y me preocupé... - Confesó, despertando el interés de ambos. ¿Cómo...
- ¿Cómo sabe usted eso? - Habló Spencer, dirigiéndose por fin a su suegro. - Esa información no ha aparecido en la prensa aún. Es más, ¿cómo estaba usted al tanto de la ubicación de Annie en mi apartamento? - Dijo con mayor seriedad. Ponerse en contra al padre de tu novia nunca es una buena idea. Sin embargo, la forma en la que él parecía estar vigilando a su hija se le hacía bastante sospechosa y desagradable. Annie pareció pensar lo mismo, y el sentimiento de furia que tenía hacía un momento, comenzó a transformarse en asco. ¿Acaso está espiándome? Instintivamente, ella se colocó más cerca de Spencer, tomando su mano. Lo que pasó a continuación, sin embargo, ninguno de los dos jóvenes pudo predecirlo:
El hombre que tenían delante, que había mantenido hasta el momento su compostura lo mejor posible, comenzó a derramar lágrimas que ya no podía controlar. Sus rodillas cayeron al suelo, y sus manos se paralizaron a medio camino entre sus piernas y su rostro, por la falta de órdenes precisas de parte de su mente. ¿Deberían permanecer apoyadas en sus rodillas, en señal de disculpa, o intentar limpiar el agua salada de su rostro? ¡Qué importaba! ¡Qué importaba eso! ¡Podría ahogarse con sus propias lágrimas ahora mismo y estaría bien! ¡Estaría bien porque de todas formas su única hija le tenía miedo! Era un hombre exitoso, y aun así, había hecho todo mal. Todos estos años. Todo mal...
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Miedo (Spencer Reid)
Hayran KurguLuego de un año de la muerte de Maeve, Spencer conoce a alguien especial en la biblioteca, con ojos y palabras cautivadoras. La química surge de inmediato pero, ¿podrá el joven genio superar sus miedos y traumas del pasado para volver a enamorarse? ...