𝓣𝓱𝓮 𝓼𝓪𝓶𝓮 𝓸𝓵𝓭 𝓼𝓸𝓷𝓰

63 2 5
                                    

Desperté sin ganas en la mañana del 14 de abril. Siempre he tenido un sueño bastante ligero y mis irritantes vecinos suelen elegir la hora más estúpida y menos apropiada para discutir y lanzarse cosas.

Encendí la pantalla de mi teléfono para mirar la hora y esta marcaba apenas las 07:45 a.m. Me quejé en voz alta, me estiré y decidí levantarme porque sabía de sobra que ya no iba a poder retomar mi sueño.

Después de responder cada mensaje en el grupo de mis amigas, recibí la llamada de Ellis para convencerme de que fuera con ellas a una boda (A la cual inicialmente había sido invitada sólo yo), pero siendo la hora que era, teniendo el estado de ánimo que tenía y escuchando todavía a los vecinos discutir del otro lado del muro, mis ganas de siquiera tener que salir de casa ese día se redujeron  rápidamente a un 18%. Aun así Ellis no desistía:

— Lou invitó a un par de chicos que tienen una banda, no hay forma de que te aburras con ellos. — Dijo con un tono de voz persuasivo, pero al mismo tiempo sonaba como si les hiciera un favor al asistir. — Hasta podrían cantar juntos, a todos nosotros nos encanta escucharte cantar.

— Eli, sabes que no me gusta cantar frente a desconocidos. — Le contesté sosteniendo el teléfono entre mi hombro y mi oreja mientras ponía la sartén sobre la estufa.

— Pero con un par de tequilas, estoy segura de que cantarías con ellos y hasta te los llevarías a casa después.

Miré el calendario pegado sobre la puerta del refri. — Por suerte para mí y mala suerte para ti, hoy cumplo al menos 418 días sobria.

Ellis soltó una risita de incomodidad, pero trató de no parecer demasiado nerviosa. — Y se te da muy bien ese compromiso contigo misma, Madd. — Se quedó callada un par de segundos. — Está bien, no cantes con nadie, pero aún así nos encantaría que fueras.

— Tendré que pensarlo, hay muchas cosas por hacer aquí.

— Bueno, pásate por mi casa como a las 5 si quieres ir.

— Bien, si me dan ganas de salir lo haré.

Una vez que Ellis colgó, comencé con mis deberes de la manera más lenta y minuciosa que me era posible sólo para darme cuenta al terminar que apenas si pasaba de medio día.  Entonces me recosté un momento sobre la cama para contemplar mis decisiones y miré el muro frente a mí plagado de fotos de mis amigas, lo que me hizo recordar lo feliz que era saliendo con ellas. No siempre fui así de aburrida y callada, de hecho solía contar historias de una forma que hacía reír a todos y no me molestaba ser el centro de atención; sentí un nudo en la garganta porque sabía que eso había quedado atrás, o más bien me lo habían arrebatado, pero lo único que no había cambiado eran mis amigas y sabía que seguiría teniendo a esas chicas de las fotos para sostenerme como cinta adhesiva. 

Luego de meditar eso algunos minutos, decidí que no pasaría otro sábado en la noche en casa viendo maratones de Grey's anatomy, así que me levanté a tomar un baño y alistarme. Más tarde tomé un taxi para llegar hasta la casa de Ellis, quien saltó de alegría en cuanto abrió la puerta y me vio ahí. La esperé un rato más para que acabara de maquillarse ella también hasta que finalmente nos fuimos en su auto rumbo a la fiesta, no sin antes detenernos en el centro comercial para comprar un regalo y una botella de vino.

Al llegar al jardín pude recordar inmediatamente lo incómoda que las fiestas me hacían sentir, siempre con más gente desconocida que amigos, siempre las mismas charlas, los mismos chistes y los mismos idiotas queriéndose acostar con alguna de las chicas ebrias. Casi no había iluminación, a excepción de las luces de colores que se reflejaban en la pista y las mesas alrededor, y ahí entre el ensordecedor ruido de la música, me pregunté cuánto tiempo debía dejar pasar antes de inventar una excusa para irme.

Halley's Comet // Matthew HealyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora