Llegada

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Ocurrió en silencio...

A solas, en la oscuridad de una sucia habitación hospitalaria, un bisturí oxidado cortó con precisión y firmeza las delgadas muñecas de aquel olvidado ser que, viéndose abandonado por todos y por todo decidió poner fin a su tormento.
La vida se le fue lentamente en medio de ríos carmesí. Al amanecer, cuando el enfermero llegó para traerle los dos remedos de pan que solían llamar desayuno ya era demasiado tarde. Estaba muerto.

Fue trágico pero hermoso... Fue el final más perfecto y digno para la triste vida que había llevado.

Nadie iba a extrañar a Grell Sutcliff.

Y él definitivamente ya no volvería a sufrir ningún tormento más.

O al menos eso fue lo que pensó...

En medio de toda la oscuridad, una luz empezó a resplandecer y a absorber todo lo que estaba a su paso incluyendolo a él. Lo peor del caso es que ni siquiera pudo hacer algo para evitarlo, la fuerza de atracción de esa cosa era demasiado potente como para intentar resistirse, además, en ese extraño y frío limbo no había nada de lo cuál pudiera sostenerse.

Sus ojos se abrieron lentamente, lastimados por aquella luz que lo había engullido. Poco a poco, la luz fue tomando la forma distorsionada de lo que parecía ser un foco pegado al techo y digo parecía porque sus ojos no lograban enfocar bien las imágenes a su alrededor.

Sin embargo, todos sus otros sentidos empezaban a funcionar con normalidad: Distinguía un olor a cloro penetrante, la textura de una sábana debajo de sus manos, el sonido de un par de murmullos a su alrededor y también algo viscoso y de un sabor amargo bajando por su garganta. Fue esto último lo que lo hizo finalmente salir de su letargo para empezar a moverse desesperadamente sobre la camilla la que estaba recostado, pero por más que se movía no podía liberarse debido a que sus muñecas estaban fuertemente atadas con un par de correas de cuero.

-- Por favor, quédese quieto -- Ordenó con frialdad una voz femenina. Pero él no dejó de pelear hasta que el distorsionado rostro de la mujer se alejó y con ella, el vaso que contenía aquella horrenda sustancia.

"Mierda, otro hospital" pensó mientras intentaba procesar el sabor que aquella bebida se había grabado en su lengua al punto de incluso dormirla. La borrosa imagen de la enfermera entonces pasó a lado suyo, fue entonces cuando se dio cuenta que tenía un cable muy extrañado pegado al brazo, dicho cable estaba conectado a una bolsa vacía de suero. Eso era nuevo, nunca había estado en un hospital donde usaran esas cosas "lujosas" en sus pacientes.

La mujer desconectó el cable de su brazo, tomó la bolsa vacía y la guardó junto con el vaso en lo que él supuso que era un maletín. Su lengua estaba demasiado dormida como para articular palabras, pero él hizo todo lo posible por preguntarle que carajos estaba sucediendo, sin embargo, todo lo que consiguió de la dama antes de irse fue algo muy vago.

-- En un momento más, vendrá alguien del personal a darle indicaciones.

Eso fue todo, después de eso se quedó solo en esa habitación lastimosamente blanca con la luz en sus ciegos ojos. No sabía que estaba pasando ni en dónde estaba, pero cuando recuperó su habla no gritó, ni siquiera empezó a exigir explicaciones como los locos que estaban en las habitaciones aledañas a la suya. Él ya había pasado por lugares así y no iba a darles el privilegio de verlo asustado tan rápido, lo que si podía hacer era maldecirse internamente por haber fallado en su intento de suicidio, solo una cosa tenía que hacer y la había arruinado por completo.

Estaba pensando en eso cuando de repente la puerta de la habitación se abrió: Esta vez entraron lo que parecían ser dos hombres trajeados de negro, los dos con anteojos y ojos de un verde inusualmente brillante.

Caminos encontrados ~Undergrelliam fanfic~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora