Carmesí

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Era verano, Londres no era una ciudad que tuviera zonas de bosque limpio y puro pero en las casas de mayor alcurnia los jardines eran casi como un equivalente. Él amaba estar ahí, perderse en el jardín de su "hogar", si es que así podía llamarlo y fingir que no había nadie más en el mundo que ellos dos...

-- Oye Grell, ¿Crees que el cielo siempre sea azul? -- Es la pregunta que su acompañante de cabellos castaños y piel aduraznada hace de repente, provocando que Grell ladee un poco su cabeza para verle.

-- ¿A qué viene esa pregunta?

-- No lo sé... Solo es una inquietud.

El pelirrojo ríe un poco, Gabriel era alguien que hacía muchas preguntas y la mayoría eran un poco absurdas pero estaba bien, le gustaba que más allá de su status de noble tuviera una mente inteligente y abierta.

-- No, el cielo jamás va a cambiar de color... Y tu jamás dejarás de hacer preguntas por lo visto~

Sutilmente, los dedos de Grell se deslizan por el verde césped y llegan a encontrarse con los de su compañero. Él siente su toque y se sonroja al momento de corresponder, solo eran ellos dos en su pequeño mundo, era tan perfecto y tan calmado, tanto que los ojos del pelirrojo se cerraron para disfrutar del momento.

-- Sutcliff...

Los ojos de Grell se abren al escuchar esa voz: Gabriel ya no esta a su lado, él esta corriendo lejos de él haciendo pedazos los hierbajos secos bajo sus pies. A como puede, se levanta del suelo y empieza a perseguirlo pero a cada paso que da él corre más rápido.

-- ¡GABRIEL!

Ante su grito desesperado, el chico finalmente se detiene y una sonrisa de alivio se dibuja en la cara de Grell. Sin embargo, esa sonrisa se va desvaneciendo cuando el que la encara no es Gabriel, es William quién se detiene a verla y justo antes de poder decir algo le encaja la cuchilla de su guadaña en el costado, provocando un dolor apenas soportable...

¿Por qué él también se había ido?

Grell respira hondo al momento en que sus ojos se abren y ponen fin a la pesadilla que estaba teniendo. No dice nada y tampoco hace nada, solo mira fijamente el techo mientras siente su corazón sobresaltado por lo que su mente le había mostrado.

Ya ha pasado una semana desde que huyó del mundo shinigami, una semana desde que Undertaker la encontró y le dio refugio. Su herida ya esta mucho mejor, de vez en cuando dolía pero ya no era un dolor incapacitante como al principio, incluso el peliplata le dijo que dentro de uno o dos días ya no tendría que usar el apósito, todo aparentemente iba bien...

Pero las noches eran terriblemente pesadas, después de años de ir saltando sobre los techos, cazando demonios o peleando con récords rebeldes su cuerpo ya no estaba acostumbrada a simplemente irse a dormir y ya. Su mente tenía energía, demasiada y eso era evidente gracias a las vividas pesadillas que noche tras noches le hacían compañía.

Cada noche un recuerdo nuevo, cada día solo un desfile de sol afuera de la ventana. Un pequeño suspiro se escapa de sus labios al ver que la luz del astro rey ya casi llega a la grieta debajo de la ventana, lo que significaba que en cualquier momento su "salvador" iba a entrar por la puerta para, como todos los días, ofrecerle algo de desayunar.

-- Buenos días~ -- Canturreó mientras dejaba una pequeña bandeja con una taza de té, panecillos y algo de miel -- Vamos huesitos, ya es hora de desayunar~

Ella ya no contestó nada, solo se limitó a incorporarse y poner la bandeja sobre su regazo para empezar a comer. Eso hizo que la sonrisa de Undertaker perdiera su intensidad y fuera remplazada por una expresión de ligero desconcierto.

Caminos encontrados ~Undergrelliam fanfic~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora