Camino -EPILOGO-

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-- Hey Adrián...

Desde lo alto de una colina alguien dice su nombre, no alcanza a ver su rostro pero parece ser una mujer. Él camina hacia ella y a la luz lilacea que emite, era tan pacífico, tan acogedor... Ella le extiende su mano y él esta tan cautivado que se ve tentado a tomarla.

-- ¡Taker!

Otra voz, aguda y ligeramente más fuerte pronuncia esa palabra justo detrás de él. Motivado por la curiosidad se da la vuelta: Ahí hay otra presencia, una que también le extiende su mano y parece verle a pesar de que su faz esta difuminada por una luz carmín.

Y no sabe por qué, no sabe cómo, pero al verle ahí no duda en correr hacia su presencia, a pesar de que esta parece provocarle una ansiedad rara, una emoción desvocada sin límites.

Le daba alegría y emoción de vivir...

Pero por más que intentaba tomar su mano, ella se alejaba cada vez más rápido. ¿A dónde iba? ¿Por qué lo dejaba?

-- ¡....!
****
Cierra los ojos fuertemente ante la molesta intromisión de ese sueño sin sentido, a veces le gustaría saber que significan esas dos presencias que noche tras noche desde que se convirtió en shinigami lo atormentan, sin embargo, desde el momento en que despertó del coma en que lo indujo el récord rebelde de su examen final los superiores no le habían dejado tener ni un momento de descanso.

-- ¿Perdiendo el tiempo otra vez, Crevan? -- Es la voz de su superior que le habla al momento de aterrizar junto a él sobre el tejado -- ¿Cuántas veces te he dicho que no te separes?

-- Muchas, le prometo que no volverá a pasar, superior Knox.

-- Más te vale -- El rubio pelinegro suspira con pesadez, ajusta sus gafas y después mira a su "alumno" que ajusta la coleta que sostiene su cabello -- Vamos, todavía hay una recolección pendiente en este sector.

Adrián asiente, invoca su guadaña en forma de calavera y sigue a su mentor que salta de techo en techo para llegar a su próximo destino. Son mediados de 1905, han pasado 20 años desde que el atentado contra la sede sucedió.

Dos décadas desde aquella noche

Su mirada atónita estaba enfocada en esa escena: Su maestro y jefe, William T Spears yacía muerto en el piso y su senpai tenía su arma en la mano, a punto de enterrar su filo en el pecho del asesino del pelinegro. Pero su mano no bajaba, internamente le rogaba que no lo hiciera pues eso solo condenaría aún más a la parca carmesí.

De repente, una sonrisa se dibujó en el rostro de la parca, era una sonrisa rota que no iba para nada con sus hinchados ojos rojos. No logró comprender la razón de esa sonrisa hasta que se acercó nuevamente a William para tomarlo de la camisa y arrastrarlo hasta llegar a lo que era la puerta de la sede, entonces invocó un portal y mientras las pocas parcas que seguían en pie le gritaban que se detuviera ella solo le dedicó una última sonrisa y una reverencia.

Después de eso, cruzó el portal con todo y el cuerpo del gerente entre sus brazos. Nadie la persiguió, nadie tenía la fuerza para hacerlo más que él pero no lo hizo, estaba demasiado schokeado y confundido como para perseguirla.

Al principio no había entendido porque su senpai no mató al shinigami, conociendo como era ella un acto de piedad para alguien que le había arrebatado a una de las personas más significativas parecía imposible. Pero al pasar el tiempo, entendió que su senpai lo había matado con el solo hecho de dejarlo ahí: Los superiores no lo ejecutaron porque nadie en la historia de las parcas había logrado tal control sobre una guadaña con ese grado de destructividad, le perdonaron la vida pero borraron sus memorias, todo lo que sucedió en su vida de recolector y de desertor desapareció después de un largo y doloroso proceso. Quitaron todas sus imperfecciones y le dieron un nuevo pasado, todo lo que era, su libertad, su ser, lo perdió...

Caminos encontrados ~Undergrelliam fanfic~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora