Mastermind

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Pedri:

―No me mires así, tú empezaste―le dije a la chica que tenía en frente. 

Alexandra Agüero.

Casi había cavado mi propia tumba.

Casi...

 ―¿Cómo te estoy mirando?―preguntó ella con fingida inocencia. Me miraba fijamente y yo tampoco podía apartar mis vista de ella.

―Como si quisieras matarlo―opinó Frenkie.

Ambos lo miramos. Frenkie se estaba esforzando por contener una carcajada, tanto que tenía la cara sonrojada.

―Yo tengo que irme, lo siento... No puedo, esto me sobrepasa―dijo Frenkie y se alejó, la risa pudo más que él.

Alexandra no dejaba de mirarme y yo de verdad sentía que estaba taladrándome con sus ojos. Esperé a que dijera algo, pero no lo hizo.

―Mira, no fue mi intensión decir todo lo que dije pero...

―¿Pero?―se apresuró a preguntar.

―Pero no podía permitir que me difamaras―terminé de decir.

―¿Decir la verdad es una difamación?―preguntó con calma, demasiada como para que eso me tranquilizara, en su lugar, solo hizo que mis nervios se pusieran de punta.

―Ibas a exagerar la verdad, lo vi en tus ojos―dije, también calmado. Dos podían jugar a este juego.

―Vaya...―En sus ojos había un brillo malicioso, cautivador, si me lo preguntaban―. Sólo cinco minutos conmigo y ya sabes lo que estoy pensando. Es impresionante.

―Eres fácil de leer―levantó sus cejas, pero no parecía sorprendida―, tus ojos te delatan antes siquiera de que abras la boca para decir algo.

―Es bueno escucharlo de un completo desconocido―dijo ella despacio y yo no podía evitar pensar que estallaría en cualquier momento, hacia solo unos minutos atrás parecía temblar de rabia.

―Soy Pedri González―dije extendiendo mi mano.

Ella levantó una ceja.

―Pedro, en realidad, pero me dicen Pedri ―mi mano seguía estirada hacia ella, esperando.

La miró durante lo que me pareció una eternidad, finalmente una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. 

Y lo supe.

―Esto no se acaba aquí, ¿verdad?

―Oh, Pedri ―fue como si estuviera saboreando mi nombre, disfrutando cada letra que había en él―. Esto apenas comienza.


Fue un ejercicio de tortura estar en esa casa el resto de la noche. 

Alexandra Agüero decidió ignorarme después de dar a entender que no olvidaría los desafortunados momentos que le había hecho pasar. Estuve esperando a que abriera la boca y dijera lo patán que había sido con ella durante toda la cena, pero ella se limitó a hablar con los hijos de Leo y Anto la mayoría del tiempo, era asquerosamente encantadora con el resto de los invitados y Leo parecía adorarla.

Yo no me creía ni un pelo de toda su fachada. 

Sólo estaba esperando el momento adecuado para abrir la boca y desacreditarme.

Sí, que está bien, me había pasado con lo que había dicho y hecho. Pero es que me había pillado de mal humor en una ocasión y con la guardia baja en la que restaba, podríamos haber iniciado de otra forma.

IT'S JUST A GAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora