Mirrorball

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Pablo:

La bienvenida en el club fue mejor de lo que esperaba y los que ahora eran mis compañeros de equipo eran muy amigables. Hacían las cosas un poco diferentes que en España, pero estaba pensando que no sería muy difícil que me acostumbrase.

Llegué al piso a eso a las nueve de la noche y decidí que era hora de desempacar. Solo me detuve porque tenía hambre, mamá tenía razón, hubiera sido bueno que hiciera la compra antes. Me levanté, busqué mi billetera y las llaves para salir y cuando abrí la puerta la vi.

―Alex.

Pensé que después de todos estos meses de no saber absolutamente nada de ella, cuando la viera y si es que la veía de nuevo, reaccionaría de manera diferente. Pero no fue así, reaccioné como siempre lo hacía cuando la tenía en frente.





Alex:

Ver a Pablo hizo que mi mundo se pusiera de cabeza de nuevo, que un montón de cosas que me había encargado de mantener al margen volvieran a flote.

Había dejado a Barcelona atrás, junto con todas las personas que había conocido y ahora, tener un parte de ellos aquí, frente a mí y sobre todo que me recordara tanto a él, no me había sentado para nada bien.

―Pablo―dije, despacio―. Qué... ¿Qué haces aquí?

Pablo parecía igual de sorprendido que yo, tanto, que tardó unos segundos en reaccionar.

―Eh, yo vivo aquí―respondió y sentí como sus ojos me repasaban, haciendo que me sintiera incómoda. Yo había bajado muchísimo de peso.

―¿Vives aquí?―eso me tomó por sorpresa―. Pero, y el club y... los partidos y... ¿tu vida?

―Fui cedido esta temporada―contestó Pablo―. Yo acepté venir hace algún tiempo y hasta hace una semana se cerró todo y me mudé.

Asentí y tragué saliva, un nudo se había formado en mi garganta.

―¿Tú?―preguntó Pablo, despacio―. ¿Cómo estás?

―Bien, bien, yo... Bueno, siempre quise estudiar diseño en Italia y me aceptaron, así que...

Ya no sabía que más decir, sólo quería desaparecer.

―Aurora... Aurora ha preguntado mucho por ti, me dijo que un día dejaste de responder sus llamadas.

―Cambié de número y perdí mis contactos―mentí.

Había dejado de hablar con Estela y Aurora desde que puse un pie en Roma, eran muy buenas amigas, muy buenas personas, pero me traían muchísimos recuerdos y todos y cada uno de ellos dolían, demasiado como para que fuera capaz de soportarlos.

Yo no era fuerte.

Pablo asintió, pero sabía que no se lo creía. Existían un millón de formas de contactar a una persona y yo no lo había intentado.

―Bueno, adiós Pablo―dije y tomé el mango de mi puerta para entrar―. Fue un gusto verte de nuevo.

―Alex―me llamó Pablo antes de que cerrara la puerta―. Pedri...

La azoté.

No podía.

Yo no podía.

Mis ojos comenzaron a arder y mi corazón a latir rápidamente, me comenzaba a faltar el aire y yo ya no podía...

Apoyé mi espalda en la puerta y me llevé una mano al pecho, necesitaba respirar y sentía como si me estuviera ahogando. Me desesperé tanto que me saqué la chaqueta y como si no fuera suficiente, también me deshice de mi camiseta.

IT'S JUST A GAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora