Afterglow

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Alex:

Me dolía la cabeza.

Me dolía como nunca antes. Maldita resaca.

Auggie estaba lamiendo mi mano, así que tuve que levantarme de la cama para darle agua. Caminé hasta la cocina, tomé su plato y cuando me di la vuelta, lo vi.

Pablo estaba dormido en mi sillón.

¿Qué había pasado?

No recordaba mucho de lo que había ocurrido anoche.

¿Había salido con Mona y Luis y lo habíamos encontrado en el camino?

Me acerqué, Pablo estaba recostado con un brazo sobre su frente. Me aclaré la garganta, pero no sucedió nada, así que lo intenté una vez más. Funcionó al tercer intento.

―Buen día―dijo Pablo con la voz ronca, estaba mirándome y para él yo estaba al revés.

―No creas que me molesta, pero... ―tenía la garganta seca―. ¿Qué es lo que haces aquí?

Pablo se sentó y bostezó antes de responder:

―¿No recuerdas nada de lo que pasó anoche?

Mi corazón saltó y no pude evitar recorrerlo con la mirada, pero me tranquilicé cuando me di cuenta de que Pablo estaba totalmente vestido... Entonces, volví a alarmarme y me miré.

Pablo trató de disimular una sonrisa, pero no lo logró.

―Eso no pasó―me informó y acarició a Auggie, que se había acercado a él.

―¿Cómo sabes lo que estoy pensando?―pregunté y me dirigí a la cocina, tenía mucha sed.

―Eres fácil de leer―respondió y se puso de pie para seguirme.

―Bueno, ¿vas a decirme lo que pasó o no?―le pasé un vaso.

Su sonrisa fue desapareciendo poco a poco.

―Anoche tú... Bueno, la verdad es que no sé bien lo que pasó, pero cuando te escuché gritar salí de mi apartamento y vi que Mona y tú os estabais peleando. Luis y yo las separamos y...

Escucharlo hizo que los recuerdos de la noche pasada volvieran y Pablo se dio cuenta.

―Solo me quedé para asegurarme de que no te hicieras daño.

Sabía que sus intenciones eran buenas, pero no tenía idea de qué era lo que ocurría conmigo, ni siquiera sabía qué era lo que me impulsaba a abrir mi bocota y soltar una sarta de estupideces.

―Yo nunca me haría daño―dije a la defensiva―. Yo no sería capaz de lastimarme, si es lo que piensas pues estás equivocado.

Pablo me miró a los ojos.

―Alex... ―dijo despacio―. Yo no me refiero a que tú podrías lesionarte.

―¿Entonces?

―Sé que consumes―concluyó y el hecho de que lo dijera tan seguro hizo que me molestara aún más―, y también que bebes hasta perder la consciencia.

―Te equivocas―mentí y le di la espada, no quería verlo o lo sabría, así que intenté disimularlo lavando mi vaso.

―La primera noche que hablamos cuando llegué aquí―siguió Pablo―. Tú saliste...

―Así que estabas vigilándome―lo interrumpí y no pude disimular mi tono de molestia.

―Esa noche no, pero ahora sí, sí que lo hago―soltó simplemente, como si no fuera nada admitir que estaba al pendiente de mi―. Esa noche tú saliste, ¿sabes como me di cuenta?

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