Enchanted

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Alex:

―¿Estás listo?―le pregunté a Pablo.

No habíamos vuelto a cruzar palabra desde que salimos del Hospital.

Estábamos sentados en el auto. Yo conduciría todo el camino debido a que Pablo aún no se había sacado la licencia de conducir. Aurora le había hecho prometer que sería un buen copiloto.

―Sí―respondió, pero no me miró―. ¿Tú?

Asentí, aunque no sabía si me había visto. 

Salí del estacionamiento.

El ambiente era tenso, aunque no estaba segura de si se trataba de una forma buena o mala. Sólo tenso.

No tenía idea de qué es lo que le había hecho a Pablo, podía contar con una sola mano los momentos en los que se había dirigido a mi desde que nos conocimos. Pensaba en ello de vez en cuando, a él no le había insultado ni nada. Así que solo podía suponer que no le agradaba.

―En unos metros más hay una estación de servicio. ¿No quieres que te compre un energizante o algo?―la voz de Pablo interrumpió mis pensamientos―. Está anocheciendo y no llegaremos a Barcelona hasta pasada la media noche.

Fue imposible que pudiera contener una sonrisa, extrañaba mi país.

―¿Pasa algo?―preguntó Pablo, que al parecer la había notado.

―Es una costumbre que tenemos―dije y lo miré de reojo, Pablo me estaba prestando atención―. En Argentina solemos tomar mate todo el tiempo, pero sobre todo cuando viajamos.

Ahora Pablo sonreía.

―He escuchado hablar de eso. ¿Quieres tomarlo ahora?

―La verdad no estaría mal. Tengo todo atrás, excepto el agua caliente.

―Para en la estación de servicio y bajaré a buscarla.

―¿No te molestaría cebar el mate?

―Para nada, pero vas a tener que enseñarme―dijo y ahora sí que me miró―. Aurora me mataría si se entera que no fui un buen copiloto.

―Bueno, no pensaba delatarte―bromeé y Pablo volteó sus ojos en respuesta, seguía sonriendo.

Bajamos en el estacionamiento y le pasé a Pablo mi termo, él entró en la tienda. Mientras lo hacía tomé mi poro, yerba y bombilla y me subí de nuevo al auto.

―Aquí la tienes―dijo Pablo unos cinco minutos después mientras entraba en el auto y me pasaba mi termo, ahora lleno―. He visto a Araujo y a veces come algunas galletas con eso, te compré unas.

―Gracias.

―Ahora vas a tener que decirme que hacer.

―No es complicado, le enseñé a Aurora cuando vinimos y no tardó en aprender. Seguro que a vos te pasa igual.

Le expliqué a Pablo y dejé que lo hiciera él solo.

―Para nada mal―dije cuando me pasó el primero. 

Una sonrisita de triunfo se dibujó en su rostro.

Arranqué y comenzó el viaje.

―¿Puedo poner música?―pregunté, porque no quería incomodarlo.

―Claro.

Enchanted de Taylor Swift comenzó a sonar.

El sol se estaba ocultando mientras pasaba la primera hora del viaje.

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