Todos conocemos a nuestro coronel Christopher Morgan el cual tiene una relación pésima con su padre con un odió compartido hacia su madre.
¿Qué sucede cuando se entera que no es hijo de Sara?
¿Dónde está su madre?
¿Cómo le dirá a esa mujer que es e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— ¿Por qué no podemos irnos? — Me quejo viendo a mi chófer.
— Mi sultana, es imposible salir de Londres por el mal tiempo, incluso ha habido un choque por la principal.
— ¡Maldición! — Me quejo y acaricio mi vientre. — ¡Cuidado! — Grito cuando un coche viene hacia nosotros.
Recce me cubre con su cuerpo jadeo de la impresión y el golpe no fue tan duro pero si para que Elijah quisiera nacer.
— ¡Recce! — Lo muevo.
— Estoy bien. Estoy bien. — Se aleja y me revisa por mi cara se que se dio cuenta — No me digas. Ahí viene Elijah.
— ¡Ahí viene Elijah! — Se me sale el grito con una contracción y lo veo entrar en pánico para después revisar al chófer.
— Está muerto. Ven aquí. — Me ayuda a salir hasta que siento una fuerte patada que me hace inclinarme. — ¡Joder, Elijah soy tu madre no tu enemigo!
— Lo siento es una emergencia — Veo a Recce sacar del coche a un hombre tirandolo al suelo mientras me subo al coche sujetando mi vientre tratando de respirar bien.
— Bien muñequita, no estamos tan lejos del hospital militar.
— ¡Ow! — Me quejo nuevamente y me agarro del asiento como puedo por la velocidad. — No vallas a chocar idiota.
— Nunca. Al menos no con ustedes aquí. — Me hace reír pero me vuelvo a retorcer.
— Por Dios solo faltaba un mes. — Me quejo apretando los dientes para aguantar mi grito pero el mismo me gana.
Mi vista se vuelve borrosa hasta después de un tiempo cuando reacciono estoy en una camilla.
— ¡Despertó! — Grita una enfermera — Sultana tendremos que hacerle una cesárea, no creo que resista el parto.
— ¡No va a ser cesárea, mi hijo sabe nacer y si no sabe voy a obligarlo que aprenda! — Grito y me quejo por el dolor.
Me pongo a pelear con las enfermeras, tratan de sedarme hasta que le quito la jeringa y yo la sedo a ella.
— ¡Acércate tú con esa jeringa también y es lo último que vas a ver, voy a cortar tu cabeza! — Grito agarrando mi vientre — ¡Ah!
— ¡Meryem! — Recce entra con su traje de hospital y toma mi mano — Tranquila mi amor, estoy contigo. Juntos vamos a recibir a nuestro hijo.