Todos conocemos a nuestro coronel Christopher Morgan el cual tiene una relación pésima con su padre con un odió compartido hacia su madre.
¿Qué sucede cuando se entera que no es hijo de Sara?
¿Dónde está su madre?
¿Cómo le dirá a esa mujer que es e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Regina hace poco se había marchado a Estambul con su hermana habían terminado las vacaciones. Y estaba esperando a la teniente y sargento que trajo Alex.
Tallo mis manos con nerviosismo últimamente tenía un mal presentimiento respecto a un asunto en específico.
— Si sigues dando vueltas vas a crear un hoyo en el suelo. — Recce deja el libro en la mesa de centro.
— No puedo hacerlo. Hay algo que me preocupa. — juego con mi anillo aún con los nervios a flor de piel.
— Meryem. Mi amor. — Recce me toma de las manos para besar mis labios de forma corta. — Mi bella esposa de cabellos de fuego.
Mi corazón palpita con fuerza como queriendo salirse de mi pecho. Mis mejillas calientes me dicen que me he sonrojado.
La sonrisa de Recce me hace tambalear, sus labios se entreabren y subo mis manos a su cuello acariciando sus cabellos.
— Mi hombre de ojos grises que me miran con dulzura. Eres mi amor, mi gran tesoro. Mi luz en la oscuridad más pura.
Sus ojos brillantes me haces estremecer enredo mis dedos en su cabello sin romper ese contacto visual que ambos hemos amado.
— Tu mirada me hipnotiza y me hace sentir en paz. Eres mi refugio, mi hogar, mi lugar seguro y mi verdad. En tus ojos veo el cielo y en tu en tu sonrisa el sol.
Pongo mi mano en su corazón sintiendo como late cada vez más rápido. — Eres mi todo, mi universo y la razón de vivir, mi amor. Eres mi destino, mi camino, mi presente y futuro. Mi todo, sobre todo mi amor divino.
Nos fundimos en un beso lleno de amor y deseo. Me dirige al escritorio tomándome de las caderas. — ¡Recce!
Mi sorpresa es evidente lo que provoca su risa para besar mi cuello. Mis gemidos salen, mis ojos se cierran dejando que me desvista.
— Siempre que uno de los dos se pone romántico y estamos juntos terminamos así mi muñequita. — Su mano ereccion golpea mi estomago desnudo.
— Eres un pecado muñequito. — Mi gemido sale sin evitarlo rasguño su espalda teniéndolo en mi interior. Sus embestidas se vuelven rápidas.
Me pierdo en el extasis y no me doy cuenta cuando estoy de espaldas a él, su mano azota mi trasero mientras que con la otra me toma del cabello jalandolo sin dejar embestirme con fuerza.
— Mi mujer es tan deliciosa y apretada. Correte en mi verga Meryem. Empapala de tus jugos.
Mi mejillas se calientan nuevamente el sonido obsceno que producen nuestros cuerpos incluido sus palabras me avergüenzan pero me sube el morbo y el calor.
— ¡Recce! — Nuestro clímax llega. Se corre en mi interior y jadeo mirándome al espejo totalmente despeinada. Sus sonrisa me descoloca el cerebro y veo borroso unos segundos.