/32 Consuelo\

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Mande a mis gemelas a la casa, ambas se quejaron de que no era tan grande como nuestro palacio pero accedieron

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Mande a mis gemelas a la casa, ambas se quejaron de que no era tan grande como nuestro palacio pero accedieron.

Christopher ha faltado a los entrenamientos, no he visto su plebeyo rostro por ningún lado y eso me preocupa.

Camino a su oficina y entro. Un olor a alcohol me hace marearme un poco, tapo mi nariz y abro las ventanas para que la habitación se ventile. Escucho un quejido y me giro viendo a Christopher debajo del escritorio abrazando una botella.

— Christopher — Me agacho hacia él y sus ojos brillan por su borrachera. Su sonrisa viene y por un momento me recuerda a la misma que me dio Elijah que hace que mi pecho se estruje. — Va a darte un coma etílico.

— Déjame, quiero quedarme aquí y olvidar que mi vida es una mentira.

— ¿Mentira? De qué hablas cariño. — Me decido en tratarlo bonito ya que ahora mismo es como un bebé o al menos así lo ven mis ojos.

Su sonrisa aparece nuevamente y me toma de los brazos para abrazarme algo fuerte soñosando. — Mi mamá ella...

Sara

— ¿Qué sucede cariño? — Me acomodo y Christopher se acurruca en mis brazos como cuando era un niño en ese día de Estambul. — Puedes contarme si quieres.

— No tengo mamá. — Soñosa — Se aferra a mi vestido llenandolo de lágrimas.

Mi corazón se estruja de nuevo y acaricio su cabello comenzado a tararear una canción de cuna. Su respiración se tranquiliza un poco prestandome más atención.

Su cabeza se gira hacia mi escuchando cada palabra que sale de mi boca, su mano se alza hasta mi cabello jugando con los rizos que se hacen.

No sé como ambos cabemos debajo del escritorio pero mi mano no deja de acariciar su cabello. Sus ojos grises brillantes chocan con los míos. — No hay porque llorar lobito. — Susurro y veo sus pupilas dilatarse. — Si así lo deseas solo por esta noche seré tu madre, puedes desahogar tus penas.

Mis ojos ya no ven al hombre alto, rudo mala cara. Veo al pequeño niño que me visitó y senté en mi trono, veo al que acaricio mi vientre y le temía a las tormentas, su puchero aparece y estalla en un llanto peor.

— Te he extrañado tanto mamá, no sabes cuanta falta me hiciste. — Llora desconsolado que me hace derramar lágrimas me abraza aferrandose a mi sin dejar de llorar — ¿Por qué me abandonaste? ¿Por qué me dejaste solo con Alex?

Muerdo mi labio tratando de que no me escuche llorar pero sin evitarlo ese día trágico viene a mi cabeza, la caída de aquel edificio, mis gritos desconsolados.

Me aferro a mi collar con mi mano libre donde cargo la foto de mi Elijah y se que es hora de despedirme, debo dejarlo descansar.

— Mamá no quiso abandonarte. — Suelto dispuesta a desahogarme igual que él. Ambos nos consolamos a nuestra manera. — Mamá te amaba con descontrol, está dispuesta a quemar el mundo por su pequeño hijo. — Hablo contra su oído y siento su llanto empeorar aferrandose más a mi.

— Yo quería tanto esto, quería que me llevaras contigo, quería un amor puro y sincero que tanto mendigue por años.

— Mi pequeño Elijah — Susurro dejando salir un jadeo de llanto — Perdóname. Perdóname cariño, mamá no quiso abandonarte. — Beso su frente y cabeza el olor de su cabello me da uno familiar recordando como olía el cabello de mi hijo recién nacido.

No sé cuanto tiempo estamos así pero Christopher ahora se encuentra profundamente dormido. Escucho la puerta y veo a Sumbul mirando al rededor.

— Mi sultana...

Le hago una señal de silencio y asiente dándome una reverencia. — Ayúdame — Susurro y ambos como podemos lo acostamos en el sillón. Acomodo su cabeza con la pequeña almohada para que no se lastime. — ¿Cuánto has sufrido Christopher? Deseo que eso que te atormenta sea lo único por lo que tengas que vivir, no creo que soportes una pérdida más grave. — Beso su frente y su rostro sereno me hace sonreír — Le diré a Recce que su lobito lo necesita. Juntos apagaremos esas velas lobito. — Dejo otro beso en su frente y tomo la frazada de un pequeño armario para cubrirlo.

— Si ya terminaron salgan. — Le hablo a las criadas y hacen una reverencia, miro al rededor de la oficina y ahora está impecable. Pongo el pestillo de la puerta y salgo dejándola cerrada para que nadie lo moleste.

Sumbul me mira como queriendo decir algo y suspiro para negar caminando a mi oficina — Sumbulag. Dile a Recce que deje a cargo el imperio a nuestro hijo mayor. — tallo mis manos — Christopher lo necesita, no me siento cómoda verlo en ese estado. Me duele el corazón.

— Como ordene mi sultana, le diré que venga lo más pronto posible. — Se va.

Miro por la ventana de mi oficina a los soldados entrenar, diviso a Alex y Sara pelear del otro lado, el como le señala a la chica me hace rodar los ojos.

— Esos dos destruyeron la vida de su hijo. Es cuestión de tiempo que pierdan más a Christopher por su egoísmo, no entiendo como ella lo dejó si nisiquera podía salir de Londres. — Suspiro.

Tomo la hoja entre mis manos con el decreto de que Sara no puede salir de Londres, lo rompo y dejo caer en el cesto de basura. — Rustem. — Hablo alto y entra.

— Mi sultana.

— Que nadie se entere que Sara ya puede salir de Londres, retira las vigilancias hacia ella. Suficiente daño le hizo ya a su hijo. — Ordeno.

— Como usted desee, ¿el ministro tiene permitido enterarse?

— No. — Me giro — Alex Morgan no debe saberlo y si lo hace que se entere después por si solo. Si alguien abre la boca cortale la cabeza. — Ordeno.

— Así será Sultana, sus órdenes se van a cumplir como siempre. — Hace una reverencia y se marcha.

Juego con el collar de mi cuello entre mis manos y lo abro dejando ver a mi bebé. — Pronto tú y yo nos vamos a despedir en la playa hijo mío. Cuando venga Recce tú y yo nos diremos el adiós definitivo. — Deposite un beso en la fotografía.

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