Todos conocemos a nuestro coronel Christopher Morgan el cual tiene una relación pésima con su padre con un odió compartido hacia su madre.
¿Qué sucede cuando se entera que no es hijo de Sara?
¿Dónde está su madre?
¿Cómo le dirá a esa mujer que es e...
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Le concedi el permiso. Recce a sus quince años no creo que no haya salido con nadie y puede que suene un poco enfermo pero prefiero tenerlo bajo mi techo vigilado a que no sepa nada de él.
A sus ojos y los del imperio sigo siendo una niña de tan solo doce años que no ha llegado a la madures.
Ni que fuera una fruta.
Si en algún punto Esther me estorba en mi mayoría de edad entonces tendrá que ser quitada de mi camino. Recce debe ser mío y solamente mío.
Piensa en su felicidad.
Pienso en la mía. No diré que si él es feliz yo lo soy, son tonterías que me harán sentir miserable por lo mismo le di el permiso para cortejar a Esther.
— Mi Sultana — Miro al guardia esperando a que hable — La princesa Esther está aquí.
— Que entre. — Me levanto para limpiar mis manos con el trapo y abrirle los brazos con una sonrisa.
Por Alá que hipócrita me siento. Perdóname.
— Mi Sultana — Me hace una reverencia y me abraza feliz.
— Esther, que bueno que vienes, te tengo noticias. — La guió al sillón. — Siéntate.
— ¿Qué pasa? — Sonríe mirándome fijamente lo que me instala un poco de culpa si en un futuro le arrebato a Recce.
— ¿Sigues estando atraída por Recce Morgan?
Su mirada se ilumina haciéndome sentir el peor ser humano del mundo, ya arruine a mi familia. Primero Omer, luego mi madre y ahora Esther...no.
— ¡Sí! — Dice casi brincando y me mira con ilusion — ¿Me vas a casar con él?
— ¡Por Alá, no! — Suelto casi gritando y me obligo a tranquilizarme — Todavía no estas en edad de casarte — Me corrijo y tomo su mano. — El joven Morgan pidió mi permiso para cortejarte.
— ¿Enserió? — Aprieta mis manos y esa espina de la garganta no sale conforme más se ilusiona.
— Así es y ahora que se que quieres cortejarlo aún. — Suspiro para mirarla a los ojos — Le he dado mi permiso.
Chilla abrazándome con fuerza diciendo gracias miles de veces, ya he matado a Omer, mi madre está sin hablarme y de luto siempre...no puedo hacerle lo mismo a Esther, no puedo.
— ¡Gracias! — Besa mis manos y asiento para tomarla de las mejillas y besar su frente con delicadeza.
— Usaras tu sello dentro de la carta pero será enviado con el mío. No podemos permitirnos escándalos ¿Oíste? Discreción. — Levanto su mentón con delicadeza y asiente con una sonrisa.
— Como órdenes hermana, te amo. ¡Te amo! — Me abraza nuevamente y cierro los ojos disfrutando.