Todos conocemos a nuestro coronel Christopher Morgan el cual tiene una relación pésima con su padre con un odió compartido hacia su madre.
¿Qué sucede cuando se entera que no es hijo de Sara?
¿Dónde está su madre?
¿Cómo le dirá a esa mujer que es e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Estábamos sentados en la sala, Regina lucia un vestido rojo que la hacía ver muy hermosa, Elijah la miraba como si fuera la Diosa más grande el mundo.
Un día quisiera que alguien me mirara de esa forma tan bella.
— ¿Tú casa es las chica de Rusia? — Mi hermana preguntó por mi ya que no paraba yo de ver la casa.
Estaba por asentir cuando veo como a Recce se le transforma la cara con desconcierto y algo molesto por lo que me apresuro a ver a mi hermana.
— Esther. No seas irrespetuosa.
Regaño a mi hermana y me mira abriendo los ojos mirandome ofendida. Muy ofendida.
— Lo siento. Yo... — Trató de excusarse y se puso completamente roja de la vergüenza.
Veo como desde atrás Sumbul se cubre la boca para no reír en alto y toso un poco tapándo mi boca con mi pañuelo evitando reír.
— Lo siento. Casi no salimos del palacio, uno está acostumbrado a vivir así...— Se disculpa Esther.
— No se preocupe — Recce nos da una sonrisa para levantarse — Sultana Meryem ¿Desea que le muestre el jardín? Se por mis padres que es fanática de las flores.
— Por supuesto. — Me pongo de pié y salimos al jardín.
Esther nos mira de reojo pero solo me sonríe para ver al pequeño Thomas jugar en la sala.
Caminamos por las hermosas flores del jardín, Recce mantiene una sonrisa mientras me observa llevarlas a mi nariz.
— Hace unos años dijiste que me cortejarias — Inicia el tema de conversación más incomodo que de mi vida. — ¿Es buen momento para que sea una buena anécdota?
Mi corazón estruja y lo miro dejando las flores a un lado formando una pequeña sonrisa.
— Recce. ¿Te gusta de verdad mi hermana? — Me mira en silencio unos minutos. — Recce mis sentimientos no son un juego.
— Es que no estoy jugando... — Susurra.
— Me pediste cortejar a mi hermana mayor. Me lo pediste sabiendo que me gustas.
— Meryem, eso fue hace años, pensé que lo habíamos superado o más bien lo habías superado eres una niña, doce años.
— Tampoco es que seas muy grande tienes quince Recce.
— Somos muy jóvenes. No podríamos llegar a nada y tengo que disculparme.
Mis esperanzas se van y bajo la mirada a las rosas con un dolor en el pecho.
— ¿Y en unos años? — Lo miro con esperanza. — ¿Qué tal cuando tenga quince?
Recce sonrió y negó acercándose a mi para tomarme de la barbilla y besar mis labios de forma corta y dolorosa.