El comienzo de la guerra

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Desde afuera de la oficina, Lily miró a Christopher con inquietud y notó lo angustiado que el joven hombre estaba.

Como sabía que debía ajustar su estrategia para trabajar para y con él, dio pasos tímidos hacia su oficina, decidida a presentarse y comenzar con el pie derecho.

—Buenos días, Señor Rossi, mi nombre es...

—Cierra la puerta —ordenó Christopher sin dejarla terminar su presentación y, si bien, a Lily le resultó muy atrevido e irrespetuoso, asintió obediente y dio la media vuelta para hacer lo que él le pedía.

Cuando Lily volteó para mirarlo, se lo encontró frente a frente y no pudo ocultar el espanto que le causó. Puso un grito en el cielo y luego se carcajeó, nerviosa por su cercanía.

Estaba segura de que esa era la primera vez que un hombre tan elegante y guapo se le acercaba tanto.

—Señor, yo...

—¿Qué fue lo que mi padre te ofreció a cambio de ser mi asistente? —disparó Rossi y la miró desafiante.

Lily se puso pálida y pasó saliva ruidosamente.

—Nada, Señor —respondió ella y quiso enterrarse viva en ese preciso instante.

Era pésima mintiendo y lo peor era que, no tenían que conocerla mucho para saber cuándo mentía. Hasta el más ciego podía darse cuenta.

—¿Dinero, propiedades, residencia permanente en el país? —atacó Rossi a toda prisa.

Lily le miró ofendida.

Claro, le había ofrecido algo a cambio, pero también le había pedido que no se refiriera con nadie más sobre ese acuerdo secreto.

—No me ofreció nada —repitió Lily con firmeza, ofendida por sus ofensas—. Y si está insinuando que estoy en este país ilegalmente, esta muy equivocado. —Le ofreció un desaire—. Ofende a mi familia con esas suposiciones y no voy a permitírselo.

Los dos se miraron brevemente con agudeza. Rossi no podía creer que, una simple asistente tuviera el valor de hablarle así. Él acostumbraba a que bajaran la cabeza y se arrodillaran a sus pies.

Tras eso, Rossi regresó a su escritorio sin decir palabra y buscó ordenar sus ideas.

Caminó de lado a lado por la amplia oficina y en frente de Lily, mientras trató de entender y descubrir a qué acuerdo había llegado la latinoamericana con su padre, pero, aunque intentó mirarla a la cara para intimidarla y descubrir la verdad, le resultaba tan espantosa que, el que terminaba intimidado por su fealdad, era él.

—No quise ofenderla, ni a usted ni a su familia. Me disculpo —se excusó el hombre, sorprendiendo a Lily con su cambió.

Pero también haciéndola ponerse en alerta.

—Disculpas aceptadas —le contestó ella, aunque muy desconfiada.

No era normal el cambio que presentaba, no después de haberla acusado con tanta seguridad.

—¿Por cuánto tiempo la contrataron? —preguntó Christopher.

—Seis meses, Señor —contestó Lily con seriedad.

La cara de Christopher cambió a horror. No podía creer que iba a tener que aguantar por seis meses a la panzoncita latina.

Se rascó el cuello con rabia y soltó un gran suspiro de derrota.

—Le voy a mostrar su escritorio, donde pasará los siguientes seis meses —le dijo él y la invitó a caminar afuera de su oficina.

Lily lo siguió sin dudar, pero se mantuvo refugiada en su espalda, un tanto desconfiada del lugar que le iba a ofrecer.

Suya por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora