Los días siguientes, Christopher y Lily trabajaron arduamente en los números que debían lanzar. Tenían una sobrecarga de trabajo que les imposibilitó dejar las dependencias de Craze.
Trabajaron de sol a sol y, unas cuantas veces, el señor "L" los visitó para llevarles el almuerzo.
Al señor López no le gustaba la idea de que su hija y el señor Rossi se la pasaran comiendo comida envasada, así que, en casa y con la ayuda de Sasha, les preparaban la famosa "vianda".
Ese día, no fue la excepción. El padre de Lily llegó y sin pizca de vergüenza, con arroz, frijoles y pollo; una limonada casera de sandía y un postre de natilla dulce que Rossi miró con curiosidad.
Christopher pudo apostar que nunca había visto una comida tan contundente, pero, apenas la tuvo en frente, la boca se le hizo agua.
Llevaba unos cuantos días comiendo frituras, comida china aceitosa y ensalada césar.
Un poco de comida casera le venía bien.
Partió a lavarse las manos para comer más a gusto el pollo y cuando regresó, encontró su oficina plagada de otros empleados de otros departamentos.
Se había puesto una servilleta en el borde de la camisa, estaba listo para comer, pero cuando los otros empleados lo miraron, se rieron al verlo así.
—Señor Rossi, le guardé un platillo —le dijo su suegro y lo invitó a ponerse cómodo en una esquina de su escritorio.
Rossi agradeció y carraspeó cuando se sentó frente a todos esos empleados que le miraban curioso.
Algunos se sintieron intimidados bajo su mirada azul intensa, pero se preocuparon de la deliciosa comida que el padre de Lilibeth les había servido.
Cuando Lily llegó, se quedó paralizada en la puerta. Su padre corrió a recibirla con todo gusto y la besó en las dos mejillas.
Bajito, su padre le cuchicheó:
—No pude decirles que no. Pensaron que era un cáterin o algo así. —Su padre parecía verdaderamente confundido.
Lily se carcajeó, atrayendo la atención de todos sus compañeros.
Muchos de ellos se habían atrevido a hablar a sus espaldas, a mirarla como si fuera menos y no podían sentirse más arrepentidos, más cuando ella solo había mostrado templanza y amabilidad.
Lily había demostrado que no iba a marcharse por lo que la gente decía de ella; poco le importaban sus opiniones sobre sus zapatos o su cabello de puntas abiertas.
Su enfoque era laboral, siempre estaba pendiente de cada detalle y jamás, en todo ese tiempo, la habían visto cometer un error, mucho menos la habían escuchado hablar mal de nadie.
Entendían que respetaba, por sobre todas las cosas, a sus colegas y empezaban a entender que ella merecía el mismo respeto.
Se mantuvieron cabizbajos, comiendo el platillo que el padre de la asistente les había ofrecido sin ningún problema.
Tuvieron vergüenza, por supuesto y se sintieron culpables. Fue la amabilidad del padre de Lily que les hizo entrever que se habían equivocado.
Lily agarró uno de los platillos y se sentó junto a Christopher. Él comía en silencio, analizando a todos esos trabajadores que invadían su oficina.
La asistente de Marlene pasó por las afueras de la oficina. Los cristales le permitieron ver todo el caos que se desarrollaba en ese lugar y, por supuesto, puso tan mala cara que Rossi supo que eso sería un problema.