Los pedos y el hámster

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Lily se despertó escuchando un extraño ruido de fondo.

Abrió los ojos con pesadez y se incorporó por igual, notando que todo el lugar seguía oscuro.

De seguro aun no amanecía.

Sollozó infantil al entender que le habían arruinado su sueño e hizo un esfuerzo por abrir los ojos y tratar de descubrir qué demonios estaba ocurriendo.

Se pulió todo el rostro cuando vio una figura masculina al fondo de su cuarto.

Cuando se percató de que era su jefe el que estaba allí, revisando sus pertenencias, se levantó de sobresalto.

—¡Christopher! —le gritó en modo de regaño y él se levantó de golpe.

Esa fue la primera vez que ella lo llamó por su nombre y fue tan sorpresivo para él que, se le quedó mirando embelesado.

Claro, no iba a negar que le encantaba que ella fuera la única que lo trataba con respeto y que siempre tuviera un muy armonioso "Señor Rossi" entre sus labios, pero más le había enloquecido escucharla decir su nombre.

—¿Cómo me llamaste? —preguntó Christopher, mirándola con adormecimiento.

Lily miró el caos que el hombre había causado. Estaba revisando sus apuntes de la universidad y sus colecciones de cartas del editor de las revistas de Revues.

—Señor Rossi —se corrigió ella.

Christopher la miró con simpatía.

También le gustaba como decía su apellido.

Lily miró el desorden.

Christopher suspiró otra vez, cansado y se justificó:

—No podía dormir.

—Aun no amanece —musitó ella—. Venga, intente descansar un poco —le pidió amable y volvió a acomodarle las almohadas para que se acostara.

No iba a criticarlo después de la triste historia familiar que le había contado.

Rossi asintió y dejó los apuntes sobre un escritorio y regresó a la cama.

Se acomodaron y Lily apagó la luz.

Estuvieron callados otra vez, sin poder dormir y escuchando sus pausadas respiraciones.

—Tienes buen gusto literario —le dijo Christopher desde la oscuridad.

—¿Lo dice por las cartas y los libros? —preguntó ella.

—Sí —respondió él—. Al menos eres más interesante que tu hermana, que solo colecciona DumboDildos—se rio—. De seguro ella lee el kamasutra. —Se carcajeó fuerte.

Lily se carcajeó también.

—Sabe algo, Señor Rossi... creo que le gustaría mi hermana —pensó ella en voz alta—. Es como el tipo de mujer que le gusta.

—Ah, ¿sí? ¿Y tú como sabes eso? —insistió Rossi, curioso.

Se giró en la cama para escucharla mejor, aun cuando estaban en total oscuridad. Había algo en su voz que le generaba la más bonita calma.

—Lo he observado —respondió ella, divertida—. Mi hermana es bonita, delgada, fiestera, no se engancha en compromisos y adicta al sexo. Justo lo que usted busca.

Christopher se mantuvo serio y, aunque la propuesta de Lily se escuchaba tentadora, se tuvo que negar:

—No. —Fue tajante. Lily lo miró de reojo y no supo qué decirle—. No es lo que estoy buscando —finiquitó y ofendido se dio la vuelta para terminar esa conversación.

Suya por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora