Roce y beso

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Romina no pudo recuperarse después de las palabras de James. Solo podía pensar en eso. En que "ella sería suya" y más en lo que vino después: "que él ya era completamente suyo". ¿Qué demonios significaba? Ella no se sentía apta para traducir algo tan significativo porque solo pensaba en una cosa.

Una cosa que la hacía sentir ardorosa y temblorosa.

Durante todo el recorrido, solo pudo pensar en su boca, los roces que le dedicaba por encima de la ropa, ropa que ya le estorbaba, y su voz masculina detrás de su oreja llenándola de escalofríos y humedad.

Si no hubiera estado en inverno, se habría desnudado, solo para poder sentir su tacto sobre su piel tostada.

Le urgía.

Conforme el recorrido avanzaba, Romy buscó plantarse de espaldas frente a él, porque la volvía loca cuando él le susurraba en la oreja para ofrecerle su opinión sobre algo o simplemente decirle: sigamos caminando.

Su mano ciñéndose en su cintura era otra cosa de la que no se sentía lista para hablar.

En la mitad del recorrido, James la llevó a comer. Romy ni siquiera pudo saborear los alimentos; solo podía pensar en el sabor de su boca, su lengua. Todavía ni siquiera lo probaba y ya estaba imaginando cosas que la hacían sonrojarse.

Antes de terminar el recorrido, James la llevó a conocer el jardín de rosas. A Romina le tomó unos instantes terminar de admirar toda la belleza de las rosas, más al entender que estaban floreciendo en invierno.

Se tomaron unos minutos para escuchar al personal experto mientras los introducían al jardín de rosas.

Romina escuchaba atenta cada cosa que decían. De pie tras ella, también seducido por sus juegos y roces impetuosos, James contemplaba sus muecas de pasmo por cada cosa que decían sobre las diferentes especies de rosas que allí se encontraban.

Cuando el personal experto habló de las sesenta especies de rosas diferentes que se cultivaban en el jardín, James se acercó a su oreja y con cuidado le dijo:

—Sesenta especies diferentes de rosas y usted sigue siendo la más hermosa.

Romina se rio coqueta y contuvo la respiración al sentirlo una vez más en su cuello, inundándola con su aliento tibio y su voz masculina.

Su voz ronca causaba estragos en ella. La destrozaba. La alborotaba.

Todos los ojos de los visitantes se centraron en ella y su risa irruptora. Romina se sintió expuesta en la mitad de un subidón de excitación y le tocó tragarse todo lo que estaba sintiendo.

Sintió las mejillas poniéndosele rojas y tuvo que disculparse cuando entendió que acababa de interrumpir una perfecta y estudiada presentación.

El personal del jardín le ofreció una sonrisa fingida y continuó con su exposición.

Romina tragó duro y dejó que todos los demás espectadores la sobrepasaran. Se quedó quieta y esperó a que James se le uniera.

—El cliché de la rosa, Señor Dubois —respondió ella cuando él estuvo a su lado y desde su baja posición le miró juguetona.

James rodó los ojos divertido.

—¿Sabe? Fue un error traerla aquí —bromeó James de pronto y ella le miró con horror. James se aguantó una risa al ver sus gestos y travieso le dijo—: Con usted cerca y con sus provocaciones me resulta imposible concentrarme en estas estúpidas flores... —Lo último lo dijo cuando todos dejaron de hablar y su voz masculina replicó por todo el jardín.

Suya por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora