Cuando Lily se levantó esa mañana, caminó descalza directo hasta la casa de "Don Tronquitos". Quería saludarlo y ofrecerle agua fresca, pero se encontró a Sasha frente a la televisión, sosteniendo un limpiador en una mano y una botella con desinfectante en la otra, mientras se ponía al corriente con las noticias y la chica del momento.
—Buenos días —la saludó Lily y Sasha la miró con los ojos bien abiertos.
—Buenos días, señorita... —Se rio tímida.
Lily metió su mano y acarició el pelaje suave de Tronquitos y de reojo miró la pantalla de la televisión. Se puso pálida cuando se vio a sí misma en las imágenes repetitivas.
—¿Qué estás...? —Fue lo único que alcanzó a preguntar y con prisa se plantó frente a la pantalla colorida para mirar la verdad—. Dios mío, no... —Jadeó nerviosa y pensó que se desmayaba.
—¡Usted es la chica del momento! —le gritó Sasha, emocionada.
—¡No! —exclamó Lily, sin entender nada.
Rápido leyó los titulares en rojo y sus imágenes en la pantalla. A eso se sumaron las opiniones de los periodista y tuvo que calmarse de golpe cuando empezó a entender que no la estaban destruyendo, sino, construyendo.
—¿Cómo pasó...? —Pensó en voz alta, liada por lo que veía y lo que escuchaba.
Ni siquiera lo entendía.
—Mejor cámbiense. El padre del Señor Rossi llegó temprano. Se reunieron en privado y...
—¿El señor Rossi está aquí? —preguntó Lily, tensa y Sasha asintió—. Oh, Dios mío... van a despedirme —supuso aterrada.
Sasha la miró con mueca divertida. No le correspondía hablar de más, pero vio a la jovencita tan asustada que tuvo que calmarla.
—No creo que la despidan. El padre del señor Rossi se veía feliz.
—¿Feliz? —preguntó Lily.
Sasha asintió.
De fondo se oyeron unas carcajadas masculinas y pasos firmes y Lily se echó a correr hasta su cuarto. No podía permitir que la vieran en esas fachas.
No se había lavado. De seguro tenía saliva seca pegada en el mentón y debía tener mal aliento. No podía dejar que Christopher la oliera.
Y vestía una camisa ajena. Si el padre de Christopher la veía así, pensaría que se estaban acostando. Aunque, claro, no faltaba mucho para eso.
Sasha corrió detrás de ella y se escondieron las dos en la habitación privada de Lily.
Escucharon la despedida con los ojos bien abiertos. Apenas respiraron. No querían delatarse ni perderse de ni un solo detalle.
—¿Lily? —Escucharon después y la joven corrió al cuarto de baño para cepillarse los dientes.
—¡Dile que estoy en el baño! —le gritó a Sasha.
Christopher entró con suavidad al cuarto. No quería incomodarla siendo un atrevido.
Se encontró de frente con Sasha. Su nueva empleada le esperaba con una sonrisa fingida con dientes incluidos.
El hombre la miró con el ceño arrugado, sin entender muy bien qué estaba pasando y notó que Lily no estaba en su cama.
—Está en el baño —comunicó Sasha.
Christopher asintió y con un gesto le pidió que se retirara. Cuando la empleada salió, él cerró la puerta detrás de ella y se puso cómodo en su cama para esperarla.