Feliz navidad

588 79 31
                                    

Cuando Romina abrió las puertas, se encontraron con Julián. El hombre intentaba entender cómo habían desaparecido sin dejar rastro y cuando los vio salir del closet, suspiró mirando al cielo.

—No es lo que usted piensa —dijo James en su defensa.

Acababa de salir de un closet, literal.

Julián enarcó una ceja y se rio cuando notó lo mucho que le preocupaba al abogado que se pusiera en duda su masculinidad.

Decidió divertirse un poco.

—Pero acaba de salir del closet —dijo Julián.

James se sonrojó.

—Pero no de esa forma —refutó James.

—¿Acaso existe otra forma? —bromeó Julián.

James titubeó.

—Papito, solo fue una noche de terapia —dijo Romina besándolo en la mejilla para darle los buenos días.

James estaba tenso entre padre e hija.

—Terapia, sí, claro —respondió Julián, sarcástico—. En mis tiempos las "llevábamos al huerto" —bromeó, recordando un viejo libro que había leído en su juventud.

James se rio cuando entendió su referencia.

—Si lo dice por Calisto, de "La Celestina", no, no fue esa clase de encuentro... —refutó James con tono respetuoso.

Julián fijó sus ojos en el abogado y los entrecerró mostrándole su desconfianza.

Lo hizo brevemente, analizándolo con cuidado. Cuando terminó, le sonrió de oreja a oreja y con cariño le dijo:

—Venga, vamos a tomarnos un cafecito y a hablar de ese libro y el huerto...

—No, papá. —Romy quiso oponerse—. Deja a James en paz. —Se rio mirándolo.

Podía ver la travesura en su mirada.

—¿James? —preguntó Lily al entrar a su habitación—. Buenos días y feliz navidad. —Abrazó a su hermana y con dulzura la miró a la cara—. ¿Ya no hay más: "Señor Dubois"? —preguntó divertida.

Romy y James se miraron con los ojos brillantes, atiborrados de ilusión y solo allí fueron conscientes del gran paso que habían dado juntos. Se habían olvidado de las formalidades.

—Ya no más. Ahora es James. Mi James —dijo ella, mirando coqueta a James.

Julián se puso triste.

—Me gustaba más "señor Dubois" —dijo con su sarcasmo y se puso su mantel blanco en el hombro para partir.

Christopher entró por la puerta. Llevaba orejas de reno sobre la cabeza y una nariz roja brillante que le cubría la mitad de la cara.

James se quedó boquiabierto en cuanto lo vio y todo se puso peor cuando Christopher se acercó a él, lo abrazó por los hombros y le ofreció un par de narices rojas y brillantes.

—¡Vamos, es hora de la fotografía familiar! —Chris estaba muy emocionado.

—¿Usando esto? —preguntó James mirando la nariz con mueca de horror—. Pero es ridículo.

Ni loco posaba con una nariz así. Iba contra su evolución.

Chris lo miró con seriedad y con un tono bajo le dijo:

—Mi casa, mis malditas reglas. —Se miraron de editor a abogado—. Te pones la maldita nariz y punto.

James enarcó una ceja y con tono divertido les dijo a todos:

Suya por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora