Vulnerables I: GIRASOL

Encerrados II (Editado)

Elena

Hablaba en serio cuando dijo que quería averiguar que pasaba.

Dijo que lo empezaría de nuevo y así lo hizo, lleva una hora sin descanso con los ojos pegados al libro. No ha dicho ni una palabra. Yo no he podido concentrarme. Finjo que estoy leyendo, pero en realidad no puedo leer escenas eróticas de libros con gente cerca. Es raro. Una hora y no he cambiado de posición en el asiento, me estoy aburriendo.

Me levanto a por otro libro, me inclino en la estantería y encuentro un viejo libro de poemas, me giro y...

-¿Tienes un tatuaje?

Trago en seco y muevo la cabeza lentamente hasta que mis ojos lo miran. Está notablemente sorprendido mirando hacia mi pierna izquierda, donde se notan unas cuantas hojas.

Asiento con las mejillas rojas.

-¿Qué es? -me pregunta de nuevo.

-Girasoles y mariposas -respondo, volviéndome a sentar para que no siga mirando -.¿Tienes tatuajes? Digo, a parte del de tu muñeca -inquiero y miro de reojo a la fecha que tiene 16.08.

-Sí -responde -.Muchos.

Silencio.

Tatuajes. Tiene tatuajes.

Y tiene muchos.

Elena, cálmate.

Pero no me podía quedar callada. O sea, él tiene tatuajes.

-¿Cuántos tienes?

-Seis.

-¡Tantos! -Me aclaro la garganta en cuanto me doy cuenta de que he hablado demasiado alto.

Chasquea la lengua.

-Eso no es nada. -Frunce el ceño -. En cuando pueda me hago más.

-¿Y cuando empezaste a hacértelos?

-Me hice el primero a los catorce.

Mi cara de sorpresa lo hace asentir. Y me siento un poco mejor al saber que yo no era la única que se había hecho un tatuaje -enorme- cuando recién cumplió los dieciséis, sin permiso de sus padres -que aún no lo saben- y con miedo de que algún día lo descubran y se arme un escándalo.

-¿Tus padres saben que tienes eso? -Señala a mi pierna, niego -. ¿Y hace cuanto lo tienes?

-Desde mi cumpleaños, hace casi un año ya.

Abrazo la almohada de girasoles dejando el libro de lado.

-¿Y cuando es tu cumpleaños?

-31 de octubre.

Ahora es él el que está sorprendido. Sí, nací un día de Halloween, y para hacerlo más aterrador, a las tres de la mañana. No quería hacer esperar más a mi madre.

-¿Qué se siente?

-¿Qué cosa? ¿Nacer en Halloween? -Me río -. Me decían Bloody Marie en la escuela primaria, a pesar de que nunca me disfracé de ella, sólo por nacer a las tres de la madrugada.

Se ríe y algo se mueve en mi estómago. No lo había visto reír en todo este tiempo, y era la risa más hermosa y varonil que había escuchado. Aparto la mirada, veo fijo a la almohada que tengo en las manos; tengo las mejillas rojas y no quiero que vea que es porque ha reído. Pero quiero escuchar su risa de nuevo, quiero ver una sonrisa en sus labios.

Él se aclara la garganta.

-Me gusta el libro.

Levanto la vista, él alza el libro.