Destrozados

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Elena

Me despierto en mitad de la noche por un dolor ya conocido para mí. Enciendo la lámpara de noche y miro el reloj, son las 11:17 pm. No quiero levantarme, estoy exhausta. El dolor se intensifica y saco fuerzas para arrastrarme fuera de la cama e ir directo al baño.

Me paso las manos por la cara cuando me siento en el váter, luego, veo aquella mancha roja y me deshago de las bragas junto con el pantalón de chándal, también me despojo del jersey quedando completamente desnuda y entro a la ducha todavía medio dormida. Dejo que el agua llegue primero a mis pies, ya después entro por completo mojándome hasta el cabello. Me sostengo de la pared de cristal cuando siento un leve mareo, los cólicos son insoportables y ya estoy pensando en tomarme una pastilla para el dolor cuando salga de aquí. Por lo menos esto es buena señal, no veía el período desde hacía meses. Maldito desorden hormonal.

Alcanzo el jabón y comienzo a frotarlo por todo el cuerpo. Aún me es difícil mirarme sin que no recuerde que hubo personas -pocas- que me vieron así, al desnudo, y no ponerme a llorar o a cerrar los ojos para que esos pensamientos se vayan de mi cabeza. Pero esta vez mis ojos se quedan en mi tatuaje, y mis dedos delinean el contorno de una de las mariposas, recordando lo que pasó en la mañana.

La razón por la cual llegué tarde.

«¿Qué habría pasado si no hubiese sonado su celular?»

Me sonrojo cuando los besos de Leo por mi cuello vuelven a mi mente, cuando bajó la mano justo a dónde está el tatuaje y yo no hice nada para detenerlo, solo miraba lo que hacía con las mejillas rojas, tenía miedo, pero no me permití pensar mucho en ello y mucho menos cuando entre besos me habló de su curiosidad por ver como se veían los girasoles en mi cadera, haciéndome sonrojar más todavía. Aún puedo sentir el tacto de sus manos en mis manos y en mi cintura, el aliento a uva en su boca, y sus brazos sudorosos y tensos bajo mi toque, y como olvidar su voz y...

Un cólico repentino me hace encogerme y sujetar mi vientre. Vuelvo a meterme bajo el agua y respiro profundo.

Te has vuelto una sinvergüenza, Elena.

Todo es culpa de las hormonas adolescentes.

~*~

Bajo las escaleras prácticamente arrastrándome, deteniéndome a cada segundo por el maldito dolor que no piensa desaparecer poniéndome de muy mal humor. Todo está silencioso y oscuro abajo excepto la cocina. Escucho risas y frunzo el ceño. ¿Quién está despierto a esta hora?

Mi pregunta se responde sola cuando veo a Eileen y a Jessica riendo una de cada lado de la isla de la cocina. Mi hermana tiene puesta su ropa de dormir y sostiene una taza humeante en las manos.

-¿Cómo logras siempre hacerme sentir mejor?

-Es un secreto.

No sabía que ellas dos se llevasen tan bien. Nunca las había visto juntas. Entro a la cocina y hacen silencio, pero las sonrisas no abandonan sus rostros.

-¿El ? -Jessi frunce el ceño levantándose de la silla -. ¿Qué haces despierta? -Roza un mechón de mi cabello con sus dedos -. ¿Te duchaste a esta hora?

-Sólo vine a hacerme un té, después volveré a la cama.

-¿Te sientes bien?

-No.

-Si quieres yo puedo prepararlo por ti.

Le agradezco con una sonrisa de boca cerrada a Eileen y luego asiento, Jessica me toma de la muñeca y me sienta junto a ella, le da un sorbo a su té y me mira. Esa mirada de tratar de descubrir que es lo que tengo. Sostengo mi vientre con una mano y ella asiente entre abriendo la boca.

Vulnerables I: GIRASOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora