Los hijos

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Elena

Es la tercera vez que llamo a mamá para felicitarla por su cumpleaños, sigue sin contestar. Esta mañana ni siquiera bajó a desayunar con nosotros, y ni papá ni mis tíos saben nada de ella; no se ha presentado a trabajar tampoco.

—¿Sabes algo de mi mamá, Max?

Mi primo niega con la cabeza.

—Lo mismo que sabes tú.

Suspiro. Normalmente me mandaría un mensaje con un ¿qué quieres? Y ni eso.

Muerdo la esquina de mi labio inferior observando la pantalla de mi celular, debatiéndome entre llamar de nuevo o esperar a llegar a casa. Mis piernas se mueven ansiosamente y en el momento en que voy a llamar a mi hermana Leo y Antonia entran por la puerta del salón.

¿Ya ha terminado? Pero si sólo han sido diez minutos.

—¿Ya terminó la entrevista? —Max me saca las palabras de la boca.

Tony voltea a ver a su hermano y se le forma una sonrisa en el rostro, Leo niega cuando ella se le engancha en el cuello dejando un beso en su mejilla.

—Ha dejado al profesor boquiabierto —informa luciendo una sonrisa resplandeciente. Leo lleva una mano a su nuca y baja la cabeza un poco avergonzado —. Le ha dicho que no puede desperdiciar ese talento que tiene y que puede convertirse en alguien importante.

Mi pecho se hincha de felicidad al escuchar esas palabras. No pueden esconderse las sonrisas de total sinceridad provenientes de Max y de mí. Y es que ya sabíamos que todo iba a resultar positivo para él.

—Antonia, ya basta.

—Ay Leo déjame, estoy feliz por ti. —Ella vuelve a abrazarlo y noto como está aguantando las ganas de llorar. Luce como toda una hermana mayor orgullosa.

—Debo hacer la solicitud para la universidad de Míchigan lo más pronto posible —anuncia Leo en cuanto Tony se separa de él —. El profesor Moore dice que con los resultados del examen que me acaba de hacer de seguro me dan una beca.

Tony chilla mientras Max se acerca a él para felicitarlo con un abrazo diciéndole que no tiene que agradecerle nada cuando le da las gracias, y yo me quedo observándolo sonriente porque lo veo feliz, irradia felicidad y eso me hace feliz a mí también. Mantiene sus ojos brillantes en mí cuando vuelve a su puesto a mi lado, con la más hermosa de las sonrisas justo cuando suena el timbre de fin del recreo. Me abraza por los hombros acercándome a él y deposita un beso corto en mi sien y otro en mis labios en tanto su mano izquierda y mi mano derecha se juntan encima de la mesa.

—Gracias —susurra en mi oído. El salón comienza a llenarse —. Gracias por siempre creer en mí.

Me encojo en el lugar y niego con la cabeza.

—No tienes nada que agradecerme.

—Sí que tengo —disiente —. Gracias a ti me he mantenido a flote, he cambiado.

—Entonces yo tendría que agradecerte también por todo lo que has hecho por mí.

—Ni se te ocurra —salta de inmediato y contengo la risa.

—Es cierto, aunque no dejes que lo haga.

—¿Ya has presentado tu solicitud de admisión? —cambia de tema y acabo rodando los ojos con una sonrisa leve —. ¿Para cuántas universidades aplicaste?

—Dos en el país, y Oxford, por supuesto —le respondo, noto como le cambia el semblante al mencionar Oxford —. Presenté mi solicitud junto con Tony ayer.

Vulnerables I: GIRASOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora