O7: Ameno

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Con cada soplido que el viento daba, el campo de girasoles se arremolinaba en una alegre danza que transformaba la textura de sus pétalos en algo parecido al óleo, para después comenzar a girar hasta volverse estrellas que salpicaban el manto nocturno de una ciudad desconocida con edificios borrosos y oscuros.

Luca no entendía mucho de lo que estaba viendo, pero eso no importaba. Se sentía en paz y muy cómoda, como si aquellas luces en el cielo estuvieran destinadas a darle cobijo.

De pronto, en medio de todo distinguió una silueta. Un contorno que se le hizo familiar, pero que no logró terminar de reconocer. Intentó acercarse, pero no podía moverse; en realidad no podía hacer nada, era como si fuera una mera espectadora de todo aquello.

Pronto, el paisaje difuso de espirales nocturnas se volvió aún más borroso cuando un canto repetitivo y agudo se coló en el fondo, intensificándose con cada segundo, como si este se estuviera acercando cada vez más y más hasta que Luca comprendió que se trataba de un sonido real.

La muchacha despertó de golpe para descubrirse a sí misma enterrada en cobijas, donde su celular repetía su molesta alarma cerca de su oído.

Se removió con pereza, deslizando su mano por debajo de su almohada hasta dar con el aparato debajo de esta, desactivando la alarma para darle fin al molesto sonido. Una vez la paz silenciosa regresó a su recámara, Luca se aventuró a asomar la cabeza por encima del edredón, donde sus ojos hinchados se encontraron, no con el dormitorio que ocupaba en Brooklyn Visions, sino con su propia habitación.

Reconoció la luz de la mañana atravesando su ventana, que se deslizaba entre la tela de sus cortinas, apenas alcanzando a iluminar la recámara.

Se obligó a sentarse en la cama, sintiendo su piel erizarse en cuanto las cobijas dejaron de protegerla del aire matutino. Y se quedó un rato así, con el cabello hecho un nido de aves, tratando de acostumbrarse a estar despierta mientras hacía memoria del abstracto sueño del que acababa de despertar. 

Dejó de intentar comprenderlo después de un par de minutos al no haber sido capaz de transformar las imágenes mentales en palabras, y entonces se dispuso a dar inicio a su rutina de los lunes.

Se levantó de la cama con pesar, frotándose los ojos y bostezando mientras se dirigía al baño para acicalarse. Desde arriba se alcanzaba a distinguir el dulce aroma que emanaba la masa para hotcakes al ser cocinada en el confiable sartén de teflón. Aquello le abrió el apetito a la muchacha, que ahora lavaba su rostro con agua fría para terminar de despertarse.

Bajó a desayunar una vez terminó de arreglarse y de preparar sus cosas para la semana, encontrándose con su madre sentada a la mesa, mirando el canal de noticias en la televisión mientras daba un sorbo a su taza de café humeante mientras su padre le servía un desayuno simple que consistía en un par de hot cakes adornados con pequeñas moras desperdigadas por el plato, cosa que le sorprendió un poco a la chica por la naturaleza tan... estadounidense del platillo frente a ella; pero no dijo nada al respecto.

El desayuno transcurría igual que siempre: sus padres escuchando las noticias y comentando algo sobre ellas de vez en cuando mientras Luca checaba su celular distraídamente, mensajeando a sus amigos para desearles los buenos días —costumbre que había adquirido de su madre, que deseaba los buenos días a diario en el grupo familiar—, y eso ahora también incluía a Miles. Dudó un poco, pero de todos modos envió un cálido mensaje al muchacho.

Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora