16: Identidad

557 64 5
                                    

╰☆╮

Ser Spiderman es cansado.

Y quien diga lo contrario, ¡que le pregunte a Miles! —o a cualquier otro Spiderman—. 

Aquel fue uno de los pocos días en los que Miles consiguió llegar a casa antes de las 21:00. Acababa de mandar a otro de los muchos villanos a los que se enfrentaba diariamente a la cárcel como lo tenía merecido; sin embargo había sido una lucha exhaustiva que, de no haber sido por lo cansado que estaba al momento de pelear, tal vez no se habría prolongado de la manera en que lo hizo.

Uno de los cristales de los ojos de su máscara terminó roto por el impacto de un puñetazo brutal que el contrario logró conectar con su pómulo izquierdo; la espalda le dolía hasta al respirar por haber sido estrellado contra una pared de concreto y haber atravesado unas cuantas más; apenas si podía cerrar los puños sin que las manos le temblaran frenéticamente.

La heridas físicas no eran mayor problema, sanarían rápido.

Pero las mentales no tanto.

El villano con el que acababa de luchar parecía estar decidido a descubrir su identidad, y si eso pasaba... ¿qué sería de él? no, peor aún... ¿qué sería de sus seres queridos?

—Perdón por llegar tarde, pa' — Se disculpó desganado al entrar al departamento.

—Nah, está bien, a veces se me olvida que a tu edad yo también andaba por ahí... una vez, tu tío y yo —, entonces calló, carraspeó un poco y suspiró antes de seguir hablando. — No importa, imagino que estabas con Luca, ¿no? ¿hay progreso?

—No sé de qué hablas —. Soltó simple, la voz más arrastrada de lo que tenía planeado. Esquivó a su padre sentado en la sala y fue a la cocina, directo al refrigerador. Necesitaba algo frío.

—Ay, ¡por favor! — Escuchó a su padre carcajear desde la sala. — ¿Crees que no conozco a mi propio hijo? lo tienes escrito en la frente.

—Ah, que no... — Escudó con hastío, conteniendo un siseo al dejar que el paquete frío de la nevera calmara un poco la hinchazón de sus nudillos. Cerró los ojos, como si eso ayudara a que el dolor se fuera más rápido e inevitablemente la imagen de una muchacha pelinegra de ojos marrón y sonrisa tierna llegó a su mente. — Solo somos amigos.

—Ajá, yo decía lo mismo de tu madre y yo y ¡míranos ahora!

—Papá... — Bramó con esa voz hastiada tan típica en adolescentes mientras devolvía el paquete a su lugar sobre una de las repisas dentro del refrigerador.

—Está bien, está bien, lo dejo pasar —. Algo en la manera de hablar de su padre al finalizar esa frase le recordó vagamente al tío Aaron.

Seguro que si él estuviera aquí, tendría a alguien con quien hablar, pensó fugazmente el muchacho, pero apaciguó la mente de manera veloz con otro suspiro pesado.

—Anda, estaba por ver una película, ¿no quieres acompañar a tu viejo a ver "Pesadilla en la calle Elm"? — Ofreció con entusiasmo cuando vio a su hijo pasar por detrás del sillón en el que estaba sentado. — Así esperamos despiertos a tu mamá, si mal no recuerdo dijo que estaba por terminar su turno...

—Gracias, pá, pero... — Inhaló profundo. — Estoy muy cansado, estaba pensando en... no sé, ¿irme a dormir?

—Ah, claro, claro... — El hombre trató de ocultar la desilusión en una sonrisa algo torcida. — Lo que tú prefieras.

Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora