17: Como un girasol

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╰☆╮

Luca se sentía... confundida, por decir lo menos.

Habían pasado aproximadamente dos horas desde que Mile-- es decir, Spiderman, la dejó con sigilo de vuelta en su habitación, pues sus padres no estaban al tanto de que la chica había salido por la ventana en primer lugar y no era como si pudiera llegar por la entrada principal a decir "¿Cómo están, familia? lamento haberme escapado, estaba teniendo un colapso pero después de platicar con Spiderman en un lugar obviamente no muy seguro me siento mejor, ¿qué hay para cenar?"

La castigarían de por vida.

Como sea, lo que rondaba por su mente en esos instantes no era la culpabilidad que siempre sentía cuando se escapaba así, ni siquiera era lo que la había hecho querer salir en primer lugar... ¿Miles en serio era Spiderman?

Estaba muy conflictuada.

Aún acostada, miró al techo como si las respuestas estuvieran ahí, como si las piedritas en él fueran a alinearse hasta formar un "sí" o un "no".

Era absurdo seguir negándolo, había sentido sus brazos alrededor de ella, y esos abrazos eran inconfundibles. Había oído su voz y había sentido su cabello cosquillear ligeramente en su mejilla, y aunque no recordaba del todo cómo era la ropa que llevaba sobre el traje ¡había podido reconocer el aroma de la colonia que Miles solía usar! 

Además, todo tenía tanto... tanto sentido: las ausencias, las ambigüedades, las mentiras, el semblante cansado que tanto se esmeraba en ocultar... todo cuadraba de un modo muy confuso; incluso se alineaba a la perfección con los primeros días en los que lo conoció, y todos los eventos raros que giraron alrededor de Brooklyn.

¿Cómo no lo había pensado antes?

Estaba enfadada, preocupada, triste, emocionada. Era un revoltijo de emociones y pensamientos que se reflejaban en la manera inquieta en la que muchacha rodaba sobre la cama.

—¿Qué hago? — Preguntó al aire en un susurro débil, con la mirada perdida en la profunda negrura que invadía al cuarto que había cedido todos sus rincones a las espesas sombras de aquella noche primaveral. Cubrió sus ojos con los antebrazos, y sintió algo de alivio cuando la presión sobre los párpados le calmó un poco el ardor que había estado sintiendo desde hacía un par de horas.

¿Luca? — Escuchó la voz de su padre llamar desde el otro lado de la puerta a la par que daba gentiles toquidos en la madera con los nudillos. — ¿No vas a cenar?

—Sí, pá, en un momento bajo...

Hubieron un par de segundos de silencio en los que Esteban se quedó de pie frente a la puerta decorada de su hija, mirándola con nostalgia por unos breves instantes. Tomó aire al recordar la discusión que su esposa tuvo con Luca hace no más de dos horas por algo que no comprendió del todo, pero que sabía que tenía que ver, como siempre, con lo invasiva que podía ser Mónica a veces con su niña. Mónica seguía sentada en la sala, derrotada, viendo una serie de comedia para distraerse, y Luca no había salido de su habitación desde entonces.

Con un suspiro grave, se animó a decirle a su hija:

Sabes que tu mamá te quiere, ¿verdad?

Perfecto, justo lo que le faltaba a su mezcla monstruosa de sentimientos: culpabilidad.

Luca se quedó callada dentro de su habitación, con los muros impidiendo que su padre viera su expresión consternada.

Esteban no pudo contener otro suspiro pesado.

Te esperamos abajo... hice enfrijoladas.

La muchacha escuchó los pasos inconfundiblemente pesados de su padre alejarse de la puerta para ir disminuyendo en volumen a medida que bajaba por las escaleras. Ya en la sala, alcanzó a distinguir vagamente las voces de sus padres.

Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora