23: Fuegos artificiales

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El cuatro de Julio había llegado. El ocaso de verano coloreaba los cielos de bellos tonos ocre que hipnotizarían hasta el menos impresionable de los ciudadanos.

Los exámenes finales en Visions Academy apenas si dejó sobrevivientes, entre ellos, Luca, quien se enorgullecía de sus puntajes en los exámenes — así hubiera sacado el mínimo para aprobar en varios de ellos —. Las vacaciones de verano estaban cada vez más cerca, y se sentía afortunada por haber recibido un día de descanso por el festejo nacional de la independencia de Estados Unidos.

Mónica y Esteban en realidad no tenían nada que celebrar, pues su patria yacía en el nostálgico México; sin embargo, a Luca le emocionaba la fecha por un solo factor: Miles.

—No lo sé, Nathalie, es lindo, pero ¿no sientes que es demasiado?

—¡No, para nada, Lu! ¡te ves estupenda! — Halagó Nathalie con las manos acunando su propio rostro. — A ver, date una vuelta.

—Nath...
—¡Vuelta! ¡vuelta! ¡vuelta!

Luca rodó los ojos divertida, cediendo a la petición que le hacía su mejor amiga desde el otro lado de la pantalla. La pelinegra giró en su propio eje, dejando que los holanes del vestido flotaran con el aire.

—¡Wuu! — Celebró la peli-morada. — ¡Reina! ¡Cásate conmigo!

Luca batió el aire con su mano en un gesto avergonzado por las adulaciones que su mejor amiga le estaba dando, aunque no era como si no estuviera acostumbrada a ellas. Tomó su celular entre sus manos y se sentó en el borde de su cama.

En definitiva no estaba acostumbrada a usar vestidos, pero su mamá se lo había comprado hacía un año y, siempre que podía, le reprochaba a su hija por no usarlo. Era una ocasión especial y el vestido blanco pareció ser la opción perfecta para ello.

—¡Manda foto al grupo!

—¡No, qué pena! — Exclamó Luca sonriente y apretando los ojos. — Si Sean me ve así se va a burlar de mí.

—Sean es un baboso. ¡Y no te fijes! seguro que hasta a un orangután sin gusto como a él le encantará. Así de bien te ves —. La chica sonrió orgullosa. — ¿Te vas a maquillar?

—Quizás use algo de brillo.

—¡Uy! ¿planeas besar a alguien esta noche, Lu? qué pícara.

El rostro de la pelinegra se tiñó de rojo ante la idea.

—¡Nada de eso, Nath!

—Ya, pero sí le vas a decir, ¿o no?

—Ujum, ese... ese es el plan...

—Más te vale que no sea como la vez del parque de diversiones.

—Por favor ya olvida eso...

¡Luca! ¡¿ya estás lista?! — Se escuchó a su madre gritar desde el primer piso.

¡Sí, má! ¡ya voy!  — Gritó en respuesta la muchacha y su mirada regresó a la pantalla en la que se proyectaba la imagen de su mejor amiga. — Ya me tengo que ir, Nath, te escribiré más tarde. Dile a tus papás y hermanos que les mando saludos, ¿sí?

—Muchas gracias, nena, yo les digo. ¡Diviértete!

—Igual tú, Nath, ¡nos vemos!

Cuando la llamada terminó, guardó su celular en la pequeña mochila que había optado por llevar a falta de bolsillos en el vestido. Tomó el pequeño frasquito de plástico de brillo labial y al retirar la tapa plateada, Luca alcanzó a percibir su agradable aroma a fresa, que le recordó a que aún no se había puesto perfume. Pasó la brochita rosada por sus labios y al terminar volvió a tapar el contenedor, lo arrojó sin cuidado sobre la cómoda solo para después rociar algo de perfume en su cuello, muñecas y, accidentalmente, en su cara, lo que la hizo sisear por el ardor en los ojos mientras se insultaba internamente.

Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora