17.5

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Habían pasado dos meses desde el cumpleaños de Luca, y Griffin se dio cuenta de esto solo cuando vio la fecha en el noticiero de una de las pantallas exhibidas de una tienda de electrónicos. Ya era 18 de mayo, y ni siquiera felicitó a la niña estrella, como él a veces la llamaba.

A través del mismo cristal por el cual veía la pantalla, el enfoque cambió a su propio reflejo.

Ni siquiera se reconoció.

Su enajenamiento de sí mismo no era únicamente causado por el rubio que se había desvanecido de su cabello solo para ser reemplazado con tinte negro, ni por el rostro que cada vez se asemejaba más al de un esqueleto... era algo más.

Hacía semanas que no tenía idea de quién era, ni siquiera sabía cómo era que seguía vivo o si siquiera lo estaba; tampoco recuerda la última vez que estuvo sobrio. Era un espiral voraz que cada vez consumía más de él.

La gente que pasaba no hacía más que mirarlo con lástima o asco solo para cambiarse de acera o bajarse de la misma para no tener que caminar cerca de él, pero nadie hacía más que eso. Nadie.

Un chispazo de lucidez le hizo ver, a través del mismo reflejo en el que se estaba mirando, el teléfono público que yacía erguido detrás de él.

Se acercó a este, y de su bolsillo sacó las últimas monedas que tenía; las metió por la ranura y con increíble lentitud presionó los botones en el orden correcto para marcar a uno de los pocos números que recordaba.

Esperó dos pitidos del teléfono, implorando a todas las deidades que aquella persona no colgara.

Una voz somnolienta se hizo escuchar al otro lado de la línea.

Inhaló una... dos veces...

Y entonces habló.

Y entonces habló

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Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora