21: Charla humeante

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Los hospitales eran los lugares que menos le gustaban. Nunca había estado internada en uno, pero no necesitaba haberlo estado para arrugar la nariz cada que ese peculiar olor esterilizado le inundara las fosas nasales.

Pero con todo ese repudio por los hospitales y el recuerdo dolorosamente fresco del fin de semana anterior, Luca estaba más que dispuesta a ver a Griffin.

Fue una fortuna que su madre haya accedido a dejarla ir a verlo —aunque solo bajo la condición de que no iría sola—, pero el triunfo ya lo tenía, ¿para qué presionar más? Las cosas seguían sin estar del todo bien entre ellas; ambas tenían que andar de puntitas alrededor de la otra, en especial Mónica, quien sentía que estaba por morir de frustración al no poder acercase a su hija como su esposo ha estado sugiriendo.

Tras quince minutos de viaje en coche, los Solís aparcaron en el estacionamiento del hospital y se acercaron a la recepción donde una mujer castaña los recibió con una sonrisa gentil, les dio un pase y a cada uno después de indicar cómo llegar a la habitación en la que Griffin se alojaba y les deseo una agradable visita. Antes de encaminarse a los pasillos blancos del hospital, Luca optó por pasar por la tienda de regalos sin estar muy segura de qué comprar; había hecho un dibujo con mucho cariño para Griffin, pero sentía que no era suficiente; sin embargo, se rindió después de diez minutos al ver que lo único que la pequeña tienda de regalos ofrecía eran peluches, tarjetas y globos de vibrantes colores que, sinceramente, no iban con Griffin para nada.

Cuando salió de la pequeña tienda y comenzó a encaminarse hacia donde le habían indicado, los nervios se le acumularon en la boca del estómago, temiendo por el estado en el que encontraría a Griffin. Sacó el celular que recientemente había comprado y sonrió al mirar el mensaje que aguardaba en su bandeja de notificaciones:

Miles :
"Tú puedes, cualquier cosa sabes que me puedes llamar"

"A mí o a Spiderman, tú decides (๑>؂•̀๑)"


"Gracias, Miles, ttyl <3"

Sonrió a la pantalla y devolvió el aparato a la pequeña mochila que había llevado consigo, tratando de ignorar por completo la presencia de sus padres que la seguían como si de sus guardaespaldas se tratase.

Oigan... no van a... entrar conmigo, ¿o sí?

Sí--

Claro que no, Loquita —. Tranquilizó Esteban de inmediato, interrumpiendo a Mónica y ganándose su mirada sorprendida, a la que respondió al ladear la cabeza y alzar las cejas. Un intercambio telepático que Luca no presenció por estar mirando los números de las habitaciones con expectativa. Mónica suspiró en rendición.

No, Luca, pero te esperaremos afuera —. Completó la mujer. La arruga en su entrecejo desapareció cuando dejó de fruncir el ceño.

Bueno... — Respondió, no pensaba replicar, por lo menos la dejarían entrar sola.

Caminaron un par de pasos más, de vez en cuando se asomaban a las otras habitaciones por mera curiosidad, compadeciéndose de aquellos pacientes que lucían aspectos casi moribundos.

Hasta que se detuvieron frente al número de habitación de Griffin, la puerta estaba entreabierta, y desde adentro se escuchaba más de una voz. Luca miró aquél número al inspirar profundamente, dándose ánimos para entrar.

Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora