12: Nochebuena (pt.1)

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╰☆╮

(El episodio terminó siendo muy largo, ¡Perdón!)

"¿Fue mi culpa?"

"Claro que no, enana... Trapito fue el que se escapó, además los vecinos son lo suficientemente horribles para envenenar a un gato de seis meses."

"Pero, tal vez... si lo hubiera buscado mejor..."

"No pienses así. Simplemente hay cosas que no se pueden evitar, y aunque no lo parezca, eso no es malo."

"¿Por qué?"

"Porque... así es la vida, supongo."

"Así es la vida."

Tres palabras que le colmaban la paciencia cada que alguien las usaba para justificar lo mierda que se podían poner las cosas. Detestaba aquella frase por el simple hecho de que encapsulaba una verdad universal de un modo tan banal que la hacía sentir estúpida.

Luca apretó el agarre en la chamarra verdosa con gorro rojo, como si hacerlo fuera a provocar que el dueño de esta se teletransportara al auto en movimiento donde ella se hallaba sentada detrás de sus padres. Pero, sabiendo bien que eso no iba a pasar, sus ojos marrones fueron ocultos por sus párpados mientras inflaba su pecho para llenar sus pulmones de aire y después dejar que el oxígeno atrapado saliera al exterior adoptando la forma de un suspiro. 

No era ningún secreto que, para los Solís, las épocas navideñas involucraban desenterrar los recuerdos felices que habían terminado guardando en una pequeña caja de frágil cristal después de que su naturaleza vívida y armónica hubiera terminado manchada de sangre. Pero ninguno hablaba del tema nunca. Y eso era algo que hacía que Luca se sintiera como una tetera a punto de estallar.

Pero no quería dejar que las causas de que sus últimas cinco navidades hayan sido tan grises se colaran por las pequeñas grietas en su gran presa mental de pensamientos; quería disfrutar las fiestas, y por eso mismo se había estado asegurando de mantenerse lo suficientemente ocupada para no pensar, pero con la escuela fuera del radar por las mini-vacaciones invernales, no había mucho con lo cual pudiera distraerse de sí misma, y de todas maneras, terminó volviendo a pensar en todo aquello que anhelaba, todo lo que extrañaba y todo lo que odiaba.

Era como si estuviera condenada a repetir los mismos pensamientos todos los años en navidad, como un bucle perverso diseñado por su propia mente para hacerla sentir pequeña y miserable.

Todo se estaba apilando: las memorias, la escuela, Griffin, y la cereza del pastel era lo irregular de su pulso cuando estaba en compañía del chico de cabello afro.

No, no dejes que gane, se dijo Luca a sí misma y decidió tomar su mejor arma y escudo contra esas fugas de pensamientos: la música.

Desplegó sus audífonos de diadema y presionó el botón de encendido por unos cortos segundos antes de que el familiar pitido melódico que solía salir de estos cuando comenzaban a funcionar de nuevo llegara a oídos de la pelinegra. Se los puso, asegurándose de que las almohadas de los parlantes envolvieran bien ambas orejas e hizo lo debido en su celular hasta que dio con un villancico en español que no escuchaba hace mucho y que, esperaba, le levantara el ánimo: la versión de Luis Miguel de «Santa Claus llegó a la ciudad».

Cuando la rítmica canción inundó su cabeza, Luca regresó su mirada a la ventana, decidida a admirar la blanca nochebuena que tendrían. Creyó haber visto una silueta alada surcando el cielo nocturno, y un microsegundo después otra figura más familiar asestándole lo que pensó que se trataba de una patada. 

Calidez || Miles MoralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora