Próᥣogo

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Un pequeño bebé de apenas unas semanas estaba durmiendo plácidamente en su pequeña cuna. Una pequeña cabeza asomaba por los barrotes de aquella cuna, observaba con atención como aquella nueva criatura parecía estar en un estado de paz, aunque esa paz no le iba a durar mucho. La muchachita cogió uno de los lápices que tenía para colorear, lo metió entre los barrotes y empezó a pincharle suavemente en la mejilla al niño, cosa que provocó que este se fuera despertando por el malestar que aquello le causaba, provocando que su rostro se arrugara por el cabreo y que este empezara a llorar.

Una mujer, entró corriendo a la habitación.

- Ya está, mamá está aquí- decía con suavidad mientras se acercaba al infante. Lo sostuvo en sus brazos, pegó su rostro al del niño mientras meneaba su cuerpo de un lado a otro haciendo que esa acción disminuyera los llantos del niño.

El otro niño de aproximadamente unos siete ou ocho años se encontraba aún al lado de la cuna observando esa escena. Un pequeño nudo en su estómago se formó dentro de él, ¿su madre la había visto a ella?

- Dora cariño, ¿por qué parecía que estabas dándole pinchazos a tu hermana en la mejilla?- preguntó la señora Tonks a su hija mayor mientras se sentaba en una pequeña silla que había en aquel cuarto. Ajustó bien al bebé en sus brazos para tener una mayor comodidad.

La niña hizo un leve movimiento con sus hombros con un significado de "porque sí". Se acercó a su madre.

- Es que no hace nada, es muy aburrido. - hizo un puchero con su labio. - Solo hace ruidos raros, llora, come y duerme. Sin contar en la parte que se caga y huele mal- puso cara de asco ante lo último.

La madre no pudo aguantar la risa ante ese último comentario, pero hizo un disimulo ante eso ya que no quería darle a entender a su pequeña que eso estaba bien decirlo.

- Cariño no puedes hacer eso, le haces daño. - le dijo con dulzura mientras acariciaba la mejilla de la mayor con su mano libre.

La pequeña Nymphadora se cruzó de brazos molesta. - Me prometiste que tendría un compañero de juegos y no veo que juegue, solo duerme, llora y caga. - hizo un puchero.- Yo solo quería ver si así despertaba y jugaba o no sé- agachó su rostro derrotada.

La niña no quería hacerle daño a su hermana, pero era verdad.
La noche en que su padre le anunció la llegada de una nueva hermana al principio no le había hecho mucha gracia, tendría que compartir a sus padres. Pero más tarde había llegado su madre y le había dicho que tendría una confidente, una futura amiga, alguien con quien jugar; pero lo único que veía era un ser humano que solo hacia ruido.

- Mi amor, eso es porque aún es un bebé. Mira, ven- le hizo un gesto con una de sus manos para que se acercara.

Nymphadora se acercó hasta el lado donde tenía al bebé en sus brazos. Primero miró al infante y luego a su progenitora.

- Ahora es un bebé, pero en unos meses crecerá. Empezará a hablar, caminar a reír. Ya verás, podrás jugar más con ella. - amorosamente acerició el pelo rebelde de su hija mayor. - Eres su hermana mayor, tendrás que ayudarme a cuidarla mucho, cuando yo no esté tendrás que vigilarla tú. - Nymphadora hizo una mueca. Ella no creía que ese niño pudiera hacer mucho más que llorar, babearse y cagar.

Un pequeño grito de alegría salió de los labios del bebé mientras empezó a agitar sus pequeños puños excitado.

- Ves, tu hermana me está dando la razón. ¿No es así mi pequeña Aurora? - le susurró con amor.

La pequeña soltó un arrullo. Nymphadora se quedó en silencio observando esa escena. ¿Debía fiarse de la palabra de su madre?, a ver, era su madre y nunca le había mentido antes que ella supiera.

- Mami, ¿me prometes que rora no va a tardar mucho en poder jugar conmigo?- preguntó con un tono preocupado.

Andrómeda sonrió ante aquella inocencia que mostraba su pequeña. Esta asintió, llevó su brazo libre alrededor de los hombros de su hija más mayor atrayéndola a un abrazo, junto su cabeza con la de ella.

- Claro que sí mi amor, mis dos estrellas podréis jugar siempre juntas por la eternidad en unos meses. - le dio un beso en la frente.

Nymphadora observó al pequeño bulto mientras escuchaba esas palabras. En su mente infantil sonaba mil ideas futuras, pero había una de ellas que la llamaba desde lejos; era la promesa de que nunca dejaría que su hermana dejara de jugar con ella, haría que para su hermana ella fuera su lugar seguro, que cuando Aurora necesitara un sitio en el que llorar, sentirse consolada o amada fueran los suyos, cuidaría de ella hasta el final.

𝙏𝙝𝙚 𝙝𝙖𝙡𝙛 𝙗𝙡𝙤𝙤𝙙 𝙙𝙞𝙖𝙢𝙤𝙣𝙙 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora