Capitulo 17

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La paz que brindaba el bosque era única, cierto que podía parecer un lugar aterrador con sus enorme arboles y poca luz, pero con Carlos sujetando mi mano solo podía sentirme relajada

- mira Carlos- señale un lago que se miraba entre unos árboles - vamos-

El lugar era precioso, el agua era cristalina, había unas rocas grandes en la orilla que podían servir de asiento, pero nos sentamos en el abundante pasto que cubría el suelo.

- ¿Es parte del terreno? -

- sí, dijeron que había un lago que lo hiciéramos apto para meterse pero que no metiéramos mucho material

- pues yo lo miro perfecto, no necesita nada- recargue mi cabeza en su hombro y el pasó su brazo por la espalda dejando besos en mi cien.

- Elisa - susurro en mi pelo

- Dime-

- ¿Crees, que el agua esté helada? -

- ¿Que? - quise levantar mi rostro para mirarlo, pero no tuve tiempo, pues sentí como me cargaba y en un segundo estaba en medio del lago. Me parecía imposible haber llegado tan pronto a mitad del lago, pero el agua helada y la sorpresa no me dejó preguntar - ¡Carlos! ¡está helada! -

- Bueno ahora lo sabemos- rio con ganas y el enojo se esfumó, verlo así de feliz, con esa sonrisa y esos ojos grises brillantes que de repente se oscurecía, pero seguían brillando. Sentí sus labios cálidos en los míos, la mejor sensación, mi estómago tenía mil mariposas dentro que hacían una danza y mi corazón se alocaba con ellas, me sostuve de su cuello para prolongar el momento, hasta que no hubo más aire en nuestros cuerpos.

Me soltó y se sumergió nadando con gracia.

Y entonces se me ocurrió una buena venganza.

-¡No! ¡no sé nadar! - moví los brazos torpemente y me sumergí

De inmediato sentí como me sacaba del agua

-¡Elisa! - pero no pude contenerme y me solté a reír a carcajadas

Él me soltó de inmediato, como si de una bolsa de patatas se tratase y yo, nade con habilidad, sabía nadar desde que era una niña pequeña.

- No me vuelvas a hacer eso Elisa- Dijo amargado

- Vamos señor ego, no aguantas una bromita- nade hasta él y me sujete nuevamente de su cuello- tú fuiste quien me lanzó al agua- le di un beso tras otro, hasta que vi una sonrisa, pero no de esas sonrisas, más bien una macabra, quise nadar lejos, pero me atrapó y me sumergió; jugamos por un buen rato a lanzarnos agua, que obvio, el ganó, nadamos, nos besamos; aquellos momentos que salen de improvisto resultan ser los mejores.

- nos vamos preciosa-

Asentí, agradecí al cielo en ese momento que mi vestido blanco tuviese holanes al por mayor o se hubiera transparentando, los tenis seguían remojados a pesar de que nos los habíamos quitado los y lanzado al pasto.

Cuando nadamos a la orilla, vi mi bolsa, la cartera y teléfono de Carlos en el lugar donde habíamos estado sentados, hasta tiempo había tenido de sacar sus pertenencias, entonces me fijé que las cosas estaban a unos tres metros de la orilla, pero no habíamos tardado ni cinco segundos en llegar al centro del lago que eran como siete metros, imposible llegar en tan poco tiempo, ¿Me había equivocado? Quizás no habíamos caído en el centro o quizás se había lanzado con fuerza.

- ¿Cómo llegaste tan rápido al lago conmigo cargando? – me sentí ridícula al preguntar

- De que hablas, estábamos aún par de metros del lago- me estaba dando la espalda

Mi Destino... Una elecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora