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Mi habitación no es extremadamente grande, pero sí que es bastante amplia. Nada más entrar, de frente está mi armario, que en comparación si es grande. Mi madre se dedica al mundo de la moda y yo heredé su pasión por la ropa y las prendas.

En secreto tengo bocetos de ropa que hago desde que soy pequeña. Hace mucho que no dibujo, pero recordarlo me ha dado ganas. Aparto los pensamientos y sigo mirando entre mi ropa.

Al final de mi cuarto hay una ventana que ocupa casi toda la pared, aunque ahora está bajada la persiana sigue entrando mucha luz. A los pies de la ventana se encuentra mi cama, y antes de llegar a ella hay una estantería y una mesa pegada a la pared, en la pared contraria hay un espejo y otra estantería. Me encuentro cómoda en mi habitación, es sencilla y me transmite paz. Siempre que no está Lorena, claro.

Ahora no hay restos de mi minimalismo por ninguna parte, pero si es por su causa puedo soportarlo. La miro de nuevo, me estaba hablando mientras me quedaba mirando la habitación. Pasa su mano por delante de mis ojos como si me saludase.

– Tierra llamando a friki? – Dice pasando la mano por delante de mis ojos.

– Perdona, ¿qué decías? –

– Que no puedes ir con planas. Ya te estas quitando esas converse. – Y como respuesta la miro y le hago pucheros. - Ni de coña. – Insiste.

– Agg, vale, pero primero hay ver qué me pongo. – Contesto frustrada.

– Tienes razón, pero es que me encantan las sandalias de tu madre, deberías ponerte esas. –

– En septiembre? – Digo alarmada.

– Pero si aún hace calor. –

– Pero por la noche ya refresca. – Le digo recordándole lo que pensaba que era algo obvio.

Mi amiga se encoge de hombros.

– Vale, tenías razón, no tienes nada que me guste para la ocasión. Falda y pantalón descartado. Porque es de noche y tus faldas no son largas, son minis. Tenemos que ir de compras y solucionar eso. –

– Apuntado jefa. –

Después de escarbar toda nuestra ropa y de ir eliminando conjuntos, aún nos quedan varios semifinalistas encima de la cama, ya son las 20.00h y aun no nos hemos decidido.

Siento que me pica el cuerpo del estrés y comienzo a morderme una uña.

– Eh, que te estoy viendo. – Me advierte mi amiga al verme. – Menos mal que me he traído la lámpara. – Dice negando con la cabeza.

– Planeas pintarte las uñas? – Le digo asombrada. – No da tiempo ni de lejos. –

– Confía hija mía confía. –

Unos minutos después el outfit de Lorena ya está decidido, es un minivestido, negro, que le llega por encima de las rodillas, el diseño es liso y de cuello sabrina, no es ceñido, pero si se ajusta a su figura, le da margen de movimiento y no parece que va embutida dentro del traje.

– Me gusta, pero con eso necesitas tacones. – Es más bajita que yo y aunque siempre lleva tacones se ve a simple vista.

Ella saca de una de las bolsas una caja de zapatos. Son unas sandalias de tacón negras que van atadas al tobillo con dos cordeles que hay que ir cruzando. Las reconozco, son las que le regalaron al cumplir los 17 años de edad.

– No vas a poder bailar con eso. –

– Ningún tacón se me resiste. – Y ambas nos reímos.

Aún falto yo y solo nos quedan dos horas hasta quedar con nuestros amigos. Descartamos más piezas. Un vestido de manga larga, un vestido demasiado corto... Me quedo mirando lo que queda y me rindo. No hay ninguno que me acabe.

Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora