La casa de Adrián está a 25 minutos caminando desde la mía así que saco la bicicleta para llegar antes, llevo las converse negras y una falda larga con apertura de pierna de color azul marino con florecitas blancas, a juego con un top básico de color blanco y un tote bag de color beige donde he guardado el estuche y los libros de inglés.
Emprendo el camino rezando por no enganchar la falda con los pedales y sintiendo la calidad del sol en mis brazos.
Cuando llego, llamo al timbre y espero mientras recobro el aliento. Me abre una señora de melena rubia totalmente liso por encima de los hombros, una cara con algunas arrugas y sin maquillaje, sonrío de inmediato a la madre de Adrián, mientras ella abre los brazos para abrazarme. Lleva una blusa de color magenta y unos vaqueros de color beige con unos tacones a juego.
La madre de Adrián y mi madre se han llevado muy bien desde que nosotros íbamos a la guardería, lo que hace que nos tengamos mucho aprecio, de hecho, diría que me tiene más aprecio ella que su hijo.
Después de hacerme las preguntas de rigor y de ponernos al día me acompaña hasta la habitación de Adrián y me dice que lo espere ahí. Una vez sola en su habitación me siento en un puf que hay en el suelo junto a una mesita baja y comienzo a sacar mis cuadernos de inglés. He entrado pocas veces en la habitación de Adrián, pero siempre me ha sorprendido lo espacioso que es.
Tiene una estantería que ocupa la mita de una de las paredes del techo al suelo y toda repleta de libros. u armario de tres puertas y un escritorio triple. en otra de las paredes hay un espejo de cuerpo completo y una televisión con un estante debajo donde está la Play, los juegos y los mandos.
La cama es una de matrimonio y la tiene perfectamente hecha, de repente me dan ganas de subirme y saltar sobre la colcha azul que luce lisa y sin arrugas. Descartando el impulso me siento en un puf y veo de casualidad, un libro encima del escritorio, no me había dado cuenta antes, pero al cogerlo veo que se trata de un libro que tengo muchas ganas de leer.
Sorprendida lo comienzo a ojear y por poco no se me cae al suelo al escuchar como la puerta se abre de golpe.
Con el susto aún en el pecho veo que por la puerta ha entrado Adrián. Lleva unos pantalones negros de chándal y la camiseta la lleva en la mano. No es la primera vez que lo veo sin camiseta, pero tras hacer ejercicio las líneas de sus músculos se le quedan muy marcadas y trato de no apartar mis ojos de los suyos. Estoy segura de que me he puesto roja, pero intento actuar como si no fuese un hecho.
– Ponte cómoda, me ducho rápido y ya estoy contigo. –
Estoy a punto de responder, pero no se espera a escuchar lo que tengo que decir. Sin si quiera mirarme, coge una toalla limpia de un armario y se va de nuevo cerrando la puerta.
Vuelvo a dejar el libro conforme estaba encima de su escritorio y me asomo a su estantería. Tiene libros de todo tipo, clásicos, de novela negra, de política, de autoayuda, de acción y ciencia ficción y fantasía... Estoy realmente sorprendida. No conocía esta faceta suya.
La mayoría de los libros los he leído o los tengo pendientes y de nuevo me sorprende no haber hablado nunca de esto, ya que estoy segura de que él me ha visto leer todos esos libros.
¿Puede ser que al final de todo, tengamos algo en común?
Adrián entra de nuevo en la habitación, le echo un vistazo y al ver que solo lleva la toalla envuelta a su cintura me volteo para darle la espalda.
– Adrián! –
Las mejillas me arden por segunda vez en el día y el corazón me late con fuerza en el pecho. Escucho como Adrián se ríe y empieza a abrir cajones de su armario.
– Ya puedes mirar. –
Me giro con cautela y veo que ya lleva pantalones. Me doy cuenta de que había estado conteniendo la respiración en el pecho.
Se acerca a mí con una media sonrisa y nos sentamos en la mesa baja. De su cuerpo aun sale un vapor agradable, huele a limpio y el pelo mojado le cae sobre los ojos.
– Perdón por haberte hecho esperar. Creía que ibas a llegar más tarde. –
– No te preocupes. –
– No te has aburrido por lo que veo, ¿no? – Me dice mientras señala con el mentón a su estantería.
– No he tocado nada. – Me apresuro a decir.
Se pone de pie din decir nada y lo miro mientras coje un bote de desodorante y se lo pone. Ahora la habitación huele a chocolate. Se pone una camiseta de manga corta oversize y con la mano se remueve el pelo para que se seque antes.
– Lo has leído? – Me dice mientras se sienta de nuevo junto a mí.
– Que? –
Adrián levanta su brazo y lo cruza por delante de mí hasta alcanzar el libro del escritorio. Tengo su cuello delante de mis ojos y desde aquí huelo el jabón que ha usado y su aroma a chocolate del desodorante.
– El libro. – Dice enseñándome la portada.
– Ehh, tengo muchas ganas de comprarlo, pero me lo han prohibido porque tengo otros dos sin leer todavía. –
– Entonces no te importará que te cuente el final. –
– Oye, ¿Acaso quieres morir? –
Finalmente acabamos el trabajo y me puedo ir a casa. Me despido de su madre que me manda recuerdos para los míos y Adrián me acompaña hasta mi casa medio obligado por su madre.
Durante el camino no hablamos.
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Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)
RomanceCristina lleva una vida normal y tranquila, pero unas fotos lo cambiarán todo... Tendrá que aprender a gestionar su nuevo estilo de vida mientras trata de decidir qué pasos dar para acercarse al futuro que ella quiere mientras navega en un mar de...