| 25 |

25 2 0
                                    

Me seco el pelo con cuidado mientras me observo en el espejo. He perdido color en la cara, tengo los labios un poco cortados y los ojos hinchados de llorar en la ducha.

Salgo del baño y bajo a la cocina. El olor a sopa hace rugir mi estómago. Veo a Adrián de espaldas a mí, removiendo una olla con una cuchara.

Cuando me ve no dice nada y se lo agradezco.

Sirve dos platos hondos con la sopa que acaba de cocinar y me ofrece uno de ellos. Me da rabia admitirlo, pero a Adrián se le da excesivamente bien la cocina. Se me hace la boca agua y no tardo en aceptar su propuesta.

– Que es lo que te ha pasado para que estés así Cristina? –

– Me han dejado plantada. – Digo sin siquiera intentar huir de la realidad.

Intento sonar indiferente dando una cucharada a mi plato y veo que Adrián arruga las cejas.

– No tienes buen ojo con los hombres... ¿Quién ha sido, el pelirrojo o el nadador? –

No digo nada y me limito a seguir comiendo.

– Te avisé de que no eran buenos para ti. –

– Y tú que sabrás sobre lo que es bueno o no para mí? –

– No se trata de ti, se trata de ellos... No son buenos para nadie. –

– Es molesto ¿sabes? Que finjas que te importa cualquier cosa que me pueda pasar cuando me odias más que cualquier otra persona en este planeta. – Le digo soltando de golpe la cuchara contra el plato.

Adrián se pone tenso y deja con cuidado su cuchara. Me mira a los ojos con la misma intensidad a la que me tiene acostumbrada.

– Eres la hermana de mi mejor amigo, es normal que me preocupe al menos un poco. –

– Lo que no es normal es como te comportas conmigo pareces bipolar. –

Adrián carraspea y veo como aprieta su mandíbula.

– Cris creo que no te encuentras bien. Será mejor que me vaya. –

Adrián está de pie dándome ya la espalda a punto de salir por la puerta de mi casa.

– No vuelvas a fingir que te importo. –

– Eso es lo que te gustaría decirle al pelirrojo no? ¿O ha sido Ethan? Pero como a ellos no se lo puedes decir porque te han dejado plantada me lo dices a mí, que ido al puto centro a recogerte.

Las lágrimas caen de manera descontrolada por mis mejillas y consigo articular dos palabras.

– Te odio. –

– Me odias a mí, pero deberías odiar a la persona que te ha hecho estar así, que tienes los ojos tan hinchados que no los puedes ni abrir.

– Una razón tengo para odiar a Raúl, pero tengo mil razones para odiarte a ti con todas las putas bromas pesadas que me has gastado desde que me conoces. –

Veo como la respiración de Adrián también se ha acelerado. Me mira con rabia y dolor.

– Entonces ódiame. –

Y Adrián se pone la chaqueta y se va. Me dejo caer en el suelo intentando controlar la respiración.

Escucho como se enciende el motor de un coche y luego como el mismo se aleja de mi casa.

Mis pulmones luchan por coger oxígeno.

Mil Razones Para Olvidar ( Mil Razones 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora